jueves, 9 de junio de 2016

LOS TESOROS PERDIDOS DE MÉRIDA EN LA CRÓNICA DEL MORO RASIS

 
          Hay en la Crónica del Moro Rasis[1] una frase que se repite como constante en diversas obras que hablan sobre la fundación de la ciudad de Octavio Augusto (Roma, 63 a. C; Nola, Italia, 14 d. C), sus "munchas buenas obras e muy fermosas", que le llevan a proclamar "que non ha omne en el mundo que conplidamente pudiese contar las maravillas de Merida" (no hay hombre en el mundo que cumplidamente pudiese contar las maravillas de Mérida).
            "Entré a Mérida después que ella fue destruida. Con estas palabras de apesadumbrado trasfondo, el visitante de la Crónica del Moro Rasis, recopilación del historiador árabe del siglo X Ahmad al-Razi, inicia el relato de sus andaduras por la ciudad que años atrás había sido mármoles, jaspe y perlas pequeñas."[2] Es de suponer--relata el autor, Radhis Curí,  que se trata de una época muy superior al 842, año en el que Abderramán II había ordenado el expolio y la destrucción de buena parte de Mérida como castigo a sus rebeldes habitantes, quienes nunca aceptaron la presencia árabe en su ciudad.
            La Crónica del Moro Rasis nos rescata en el fragmento del capítulo XXIV el esplendor y la pérdida de la Mérida antigua y su desaliento y tristeza por ella, lo que lleva a su autor a titular su trabajo como Mérida y la noción de la melancolía. Mérida es, para Curí, "la pérdida y la representación del dolor". "Cómo no llorar sus tesoros --se pregunta-- si hasta el propio Nabucodonosor está presente, si hasta del botín conseguido en Jerusalem se habla."
            Se refiere Radhis Curí a una piedra que había en su iglesia, "cuya luz iluminaba aquel recinto..., de la que se apoderaron los árabes en los primeros momentos de su entrada a la ciudad". Otro de los tesoros llorados era la jarrita de los aljófares que Salayman B. Abd al-Malik la colocó más tarde en la mezquita de Damasco, y se pregunta por su destino final. Recoge, además, lo que se dice en el capítulo LIX. 5. 13 de la crónica, donde puede leerse:
            "E este rrey fue en la entrada de Casa Santa de Jherusalem.. E este tomó la mesa de Salomón e la piedra que tomaron en Mérida e el cántabro de aljófar que y troxiera también el rey de España Isban, hijo de Titus, de la progenie de Tubal,... estuvo presente en la primera destrucción de Jerusalem llevada a cabo por Nabucodonosor... a él perteneció la mesa que fue hallada en Toledo, la piedra preciosa que encontraron en Mérida y la jarrita de los aljófares..."
            Son tres los tesoros añorados: la piedra luminaria, tan blanca e tan luziente; la jarrita de los aljófares, esas pequeñas perlas encontradas dentro de la iglesia de la ciudad, y la mesa, de la cual se pregunta Curí si estuvo en Toledo, perteneció a Salomón y antes a Jerusalén. "Los tres tesoros malogrados son, en esencia, los pilares sobre los que se construyó la imagen de la ciudad", concluye Radhis Curí, quien, no obstante, prima sobre la melancolía nostálgica de "los tesoros perdidos para siempre", la pervivencia de su crónica en la memoria colectiva, al contrario que en Quentovic, que no sobrevivió a las invasiones normandas, porque "ay fundamientos que durarán por siempre, que por fuerça nin por seso que omne aya non se pueden desfaçer, tanto como si fuese piedra medina" (piedra muy fuerte).
 


[1] Vid.: Crónica del moro Rasis (Ajbar Muluk al-Andalus de Admad ibn Mohammad al Razi, traducción castellana de h. 1430, basada en el texto portugués romanzado para el rey Don Dionís de Portugal h. 1300 por el alarife Mahomad y el clérigo Gil Pérez, cap. XXIV, que fabla de commo parte el termino de (Merida) con el de Alleris y que cosa es (Merida), recogida en Mérida y la noción de la melancolía en la Crónica del Moro Rasis, de Radhis Curí, Biblioteca Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Hispánico. El texto se tradujo en el siglo XIV por encargo del rey D. Dionís, primero en latín y luego en portugués. Se vierte finalmente al castellano en 1342 por Mahomat y el capellán Gil Pérez.
 
La citada frase puede verse también en el artículo Arco de Trajano de Mérida, publicado en La Ilustración de Madrid el 15/01/1872, año III, número 49; en el blog emeritosdelpatrimonio, blogspot.com; en Mérida monumental y artística: bosquejo para su estudio, de Maximiliano Macías Liáñez; www.diccionariomadoz.org/historia; en Piedras, ruinas, antiguallas, digital.csic.es, de CJ Morán Sánchez; www.pretorianosdetomares.es; https://ricardodeperea.files. wordpress.com; y en Mérida, andando por España, www.nuevoportal.com, entre otros.
 
[2] Ob. cit., primer párrafo.
 
 

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