martes, 24 de noviembre de 2015

GÉNERO Y SEXO: DOBLETES EN UNA CONTIENDA DE IGUALDAD

 
           Cuando a primeros de diciembre de 1981, el entonces presidente del Gobierno de España, Leopoldo Calvo Sotelo (Madrid, 1926; Pozuelo de Alarcón, 2008), nombró a María Soledad Becerril Bustamante (Madrid, 1944) ministra de Cultura, el aparato administrativo gubernamental y los medios de comunicación se vieron sorprendidos por el acontecimiento y se preguntaban cómo tratarla: ¿la señora ministra; la ministro, acaso...? Era la primera mujer designada ministra desde la II República, cuando Federica Montseny (Madrid, 1905; Toulouse, Francia, 1994), sindicalista, escritora, política, ensayista y anarquista,  fuere la primera mujer en ocupar un cargo ministerial en España y una de las primeras en Europa Occidental, al detentar la cartera de Sanidad y Asistencial Social entre el 04/11/1936 y el 17/05/1937. Consultada la Academia, no lo dudó un instante: ministra, por supuesto. Desde el 29/06/2012 es también la primera mujer en ostentar el cargo de Defensora del Pueblo.
            En vísperas de la celebración del Día Internacional para la eliminación de la Violencia contra la Mujer (miércoles 25), en el que se pretende que la población tome conciencia de los derechos de la mujer en todo el mundo, no está de más fijar qué entendemos por el sintagma (violencia de género, sexista, tráfico de mujeres, explotación sexual, mutilación genital, maltrato emocional, acoso psicológico...), en oposición a dobletes lingüísticos que, en aras de una pretendida igualdad de la mujer en todos los ámbitos, como recoge nuestro ordenamiento jurídico, traspasa unas barreras que nada tienen que ver con el abanico de la violencia enunciada, una violencia que no es de género, sino gramatical. En este Día, declarado por Naciones Unidas en diciembre de 1999, en recuerdo de las tres hermanas Mirabal, activistas de la República Dominicana, ordenadas fusilar por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo (1891-1961) --quien gobernó como dictador desde 1930 hasta su asesinato en 1961--, nos planteamos las vertientes de la violencia de género o sexual y sus ámbitos de aplicación, que no es otro que la violencia ejercida sobre la mujer, ya sea en el terreno físico, sexual o psicológico, que tienden a amenazar o coartar su libertad de seres libres. Reflexionar sobre esto en esta jornada, cuando en nuestro país van asesinadas en lo que de año 55 mujeres, en una espiral que no cesa (véase el blog ibasque.com) pudiere parecer un contrasentido que no es tal.
            El 23/05/2004, el académico Francisco Rodríguez Adrados escribía en el madrileño diario Abc un artículo titulado "Violencia que no es de género", en el que, tras afirmar que la Academia se había decantado por condenar la expresión "violencia de género" y recomendar "violencia de sexo", o sexual, argumentaba que violencia de género viene dcl inglés gender violence, "un anglicismo, como tantos", y recordaba a Aristóteles, para quien el género es anterior a la especie, y así hablamos del género humano, de los géneros literarios o de tal "género de cosas". En inglés --señalaba Rodríguez Adrados- gender es sexo, y en español y muchas más lenguas es género gramatical. Y argumentaba. "Traduciendo el gender sexual por género, "no es que atribuyamos a nuestra palabra un significado que no tiene, sino que introducimos una grave confusión. "Masculino" y "femenino", los dos géneros, no se refieren de por sí, ni mucho menos, al hombre o a la mujer, el macho o la hembra... y la violencia la ejercen las personas y no entidades gramaticales", aunque reconocía que "ciertamente el género masculino o femenino pueden indicar sexo: el niño o la niña, por ejemplo; pero nada tienen que ver con el sexo la silla o el banco, la sandía y el melón. Y otras veces el género simplemente falta en muchas palabras, se marca con la ayuda de la concordancia: hay el estudiante y la estudiante. O ni así: el ratón, el bebé, el lince, masculinos gramaticalmente, tienen en realidad género común. Y hay casos notorios de ambigüedad: el hombre es masculino, ·pero según el contexto puede significar el varón frente a la hembra" o, contrariamente, subsumir a ambos: decimos los hombres, los derechos del hombre, el hombre es un ser racional, refiriéndonos a hombres y mujeres. Los niños abarca a niños y niñas... y el uso neutro del masculino nos evita estar diciendo constantemente los funcionarios y las funcionarias... En definitiva, concluía, género no implica de por sí sexo y no se corresponde al gender inglés. Género en violencia de género, es un anglicismo insidioso, y los géneros gramaticales no ejercen violencia el uno contra el otro. Solo las personas. Y abogaba, en fin, por decir violencia sexual o violencia doméstica.
            La lucha por la igualdad entre hombres y mujeres mueve a muchos a feminizar el género masculino, como si con ello pretendiéramos, por encima del género gramatical que nos fuere propio, elevar el grado de igualdad que nos debe unir a todos en el amplio sentido que indican las leyes, que no en el género gramatical, llevándonos a dobletes lingüísticos que no debieren existir en la contienda dialéctica sobre la violencia doméstica o sexual. No se explica, de lo contrario, la guerra no declarada en el sentido de manifestarse unos más luchadores por la igualdad que otros, al hacer un gobierno paritario entre hombres y mujeres, como Zapatero, o con más mujeres que hombres, como Fernández Vara, o la listas cremallera, o una presunta igualdad de género en las listas electorales que, por lo demás, no son más que indicativas de una igualdad efectiva sobre el papel, que no sobre la realidad. Su argumento es que "por algo hay que empezar", olvidándose después de las mujeres paradas en la Comunidad, aunque estén inscritas en el SEXPE, y dejando fuera del mercado de trabajo, aun temporal, una franja que se sitúa entre los 25-45 años, a quienes aquí ni tienen ni hallan trabajo y menos aún por parte de quienes predican una igualdad que no es de género.
            El recordado maestro Ricardo Senabre (Alcoy, 1937; Alicante, 5 de febrero de 2015), exdirector del Colegio Universitario de Cáceres y exdecano de su Facultad de Filosofía y Letras, escribió también en la tercera de Abc, el 02/04/1997, un artículo titulado "Compañeros y compañeras" --sintagmas y desdoblamientos lingüísticos a los que tan proclive es la izquierda, tan generosa en favorecer la igualdad por ley como en negarla en la realidad, nada digamos de la derecha cerril--, en el que narraba una anécdota que le ocurrió cuando callejeaba por Buenos Aires, "cuando vio que había muchas personas que iban concentrándose en el extremo de una plaza y alrededor de un tingladillo al que acaba de encaramarse un individuo provisto de megáfono. Me acerqué con curiosidad y tuve la suerte de no perder ni una sílaba del discurso, cuyo brioso arranque, que me apresuré a copiar en un papel, era así: Compañeros y compañeras: nuestros delegados y delegadas han hablado ya con los encargados y las encargadas de todos los servicios para pedir que la media hora de pausa de los trabajadores y las trabajadoras coincida con la hora de ocio de nuestros hijos y nuestras hijas en el jardín de infancia de nuestra empresa... Confieso que me sentí consternado... y se me encogió el corazón." Cómo no sentirse de tal guisa quien, en sus empieces como director del Colegio Universitario de Cáceres, era conocido como "doctor Senabre", sintagma que, en la pueblerina sociedad del tardofranquismo cacereño de principios de los setenta, fue considerado como sinónimo de "médico". Bien es verdad que "doctor" y "doctora" se alternan como sinónimos de médico y médica, sin que por ello quiera decirse que los licenciados en Medicina y Cirugía hubieren el grado académico de doctor. Cómo extrañarnos que, más de cuarenta años después, nuestra alcaldesa jure su cargo como "concejal de este excelentísimo ayuntamiento" y que en su placa que anunciaba su despacho profesional pusiere bajo su nombre "abogado", en  lugar de abogada, antes de ser alcaldesa. Menos mal que la miembra (la ministra Aido dixit) del pleno juró después su cargo como alcaldesa, y no alcadeso. Unos se pasan y otros no llegan. El doctor Senabre se acercó un día al sanedrín de los escasos plumíferos cacereños que entonces cubrían un acto y les preguntó: ¿Qué género tiene el vocablo área?, y todos respondieron al unísono: "Femenino, don Ricardo". Entonces, les dijo: ¿Y por qué escriben ustedes siempre "el Gran Área de Expansión Industrial de Extremadura", en lugar de "la Gran Área..." Desde entonces, no volvimos a pinchar en el hueso de género que, en ningún caso, es correlativo de igualdad, como pretenden hacernos creer políticos y políticas de izquierda que principian sus intervenciones con un "Buenas tardes a todos y a todas..." (la presidenta de la Asamblea el pasado 19, en la Sala de la Autonomía de la Cámara, durante la presentación del libro de Rodolfo Orantos), mezclando notoriamente género y sexo, ignorantes de que la Academia da por bueno que el plural masculino acoge a todos los géneros, aunque algunos lo vean como un signo de sexismo. Señalaba el profesor Senabre que "el género es una marca gramatical, mientras que el sexo es una característica biológica. El género se refiere a las palabras y el sexo a los animales. Cómo explicar a ese redentor iluminado --se preguntaba-- que el sexismo no está en las palabras, sino en los comportamientos, en los actos de menosprecio, en las crudas desigualdades salariales... Algunos acabarán por reclamar denominaciones como "soprana" y contralta" para luchar contra el sexismo, una contienda que "no debe librarse en el terreno del lenguaje, sino en el jurídico y en el de la realidad cotidiana". Todavía hoy, muchos hombres se atreven a decir: tengo dos varones y dos hembras..." (en referencia a sus hijos), pero nunca dirán machos, porque saben de sobra que eso solo se aplica a los animales; como en el antiguo régimen, los hombres eran señalados en el DNI con una uve (V, de varón), mientras que a las mujeres se las señalaba con una hache (H, igual a hembra"), como si fueren animales para cría..., algo que finiquitó la democracia, como los exclusivos partes de RNE.  También algunos esposos presentan a sus esposas o cónyuges con un "aquí, mi señora", como si el debido tratamiento que le corresponde lo reconvirtieran en una propiedad suya; pero ninguna esposa presentará a su marido con un "aquí, mi señor", conocedora de la separación entre estado civil y tratamiento. ¡Estaría bueno...! "De aquellos polvos vienen estos lodos", como el camalote en el Guadiana, que nadie sabe como ha venido, pero ahí continúa..., y que quizá nos impida ver este año las nieblas de santa Eulalia.
 

 

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