domingo, 14 de junio de 2015

SOBRE EL GÉNERO EN LA JURA DE UNA ALCALDESA

 
           María Elena Nevado del Campo no fuere nueva en la plaza de Cáceres. Es la segunda regidora (no regidor) de la ciudad en toda su historia, desde ayer repetidora por la mayoría de su lista. María Elena es abogada de profesión (y no abogado, como constaba en la placa de su despacho profesional antes de ser alcaldesa por vez primera en 2011). Era hasta el sábado alcaldesa en funciones (y no alcaldeso). El sábado era una concejala electa más (nunca concejal), aspirante a ser alcaldesa de su ciudad. Ya advertí hace cuatro años que parecía que nuestra alcaldesa renunciaba a su género femenino, cuando fuere mujer y no hombre, y antepone a sus apellidos dos nombres femeninos tan bellos como ella: María Elena. Ninguno de sus asesores le ha hecho ver este error en el que tradicionalmente incurriere: su condición de género, que le fuere propia por su sexo y nombres. Y así, jura su cargo como "concejal" y no como concejala; decía en su placa antes de ser alcaldesa (y no alcaldeso) que fuere de profesión "abogado" y no abogada. Razón tiene Ciudadanos para imponerle como condición para su investidura la reducción del número de asesores, que no han sido capaces de hacerle ver, por su ignorancia lingüística, este error en el que ha venido incurriendo, como el de no ordenar, por sus reiteradas ausencias de la ciudad, por su condición de senadora (no senador) que la bandera nacional, junto a la de la Comunidad Autónoma, "se utilizarán en sus edificios públicos y en sus actos oficiales" (artículo 4 de la Constitución Española de 1978). ¿Acaso la sede de la Policía Local de Cáceres no es un edificio público, con tres mástiles vacíos en su anterior legislatura, ante su fachada? Ahora, con más policías locales "liberados", también gracias a Ciudadanos, es de suponer que alguien le recuerde este deber y las icen cada mañana y las arríen al caer el sol, como se venía haciendo antes de 2011.... y como hacen todos los días los soldados de España. Y esto no es un mandato de género, sino constitucional, que usted ha obviado en su primera legislatura como alcaldesa. Para colmo, la presidenta de la mesa de edad, María José Pulido, exdirectora de la Mujer de la Junta de Extremadura, y concejala electa del PSOE, dice en su papel moderador que le fuere propio por razón de edad y no de género, que "vamos a proceder a la elección de alcalde..." (sic). Le faltó decir: "O alcaldesa", como bien dicen los preceptos legales leídos a continuación por el secretario de la corporación, y que así resultare ser, efectuadas las votaciones. Se lo hice ver al final del acto, y me reconoció su error y olvido. No sé si la alcaldesa me reconocerá estos apuntes que le hago para que no vuelva a tropezar más de dos veces en la misma piedra de género.
            Le recuerdo una anécdota en la Casa en la que hasta ahora ha estado, la Cámara Alta. Abordaba la Comisión correspondiente el texto de la Constitución Española del 78. Se discutía el artículo 15, que comienza: "Todos tienen derecho a la vida..." Pide la palabra el senador por designación real y académico de la Lengua Camilo José Cela y advierte: "Querrán decir todas las personas..., porque, de lo contrario, tendríamos que prohibir los mataderos, y hasta la caza y la pesca"; sustento, como es sabido, de la humanidad toda durante su historia (se supone que para hombres y mujeres). Toda la tarde deliberaron y concluyeron en lo que salió: "todos". Especifica la Academia, que "los nombres apelativos masculinos, cuando se emplean en plural, pueden incluir en su designación a seres de uno y otro sexo" y pone un ejemplo: "Los hombres prehistóricos se vestían con ropas de animales" o "en mi barrio hay muchos gatos", de cuya referencia no quedan excluidas ni las mujeres prehistóricas ni las gatas. Es decir, que caer en la fórmula pleonástica del "todas y todos", "compañeras y compañeros", a la que tan aficionada es la izquierda, resulta tan innecesaria como inútil, y en eso, como es obvio, no estaba de acuerdo conmigo la presidenta de la mesa de edad. Sin embargo, en los últimos tiempos y por razones de corrección política, que no lingüística-- recuerda la Academia-- se está extendiendo la costumbre de hacer explícita en estos casos la alusión a ambos sexos, y no debe verse en ello intención discriminatoria alguna. (Véase Departamento de español al día de la RAE). Ni lo de "concejal" de María Elena --la alcaldesa que dejó de ser concejal--, ni lo de "compañeras y compañeros", que defiende la señora Pulido. Recuerden la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Asamblea Nacional constituyente francesa de 1789), documento fundamental de la Revolución francesa; la Convención Europea de los Derechos Humanos (Roma, 1950); la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la Asamblea General de Naciones Unidas (París, 1948), que no excluye a la mujer, que para sí tuvo la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (Olympe de  Gouges, 1791), en el que las mujeres entraron, a través de un documento no oficial, en la historia de los derechos humanos, que la Declaración de París y nuestra Constitución consagran, sin expresa mención sobre costas de género.
            Más relevante aún que lo anterior fue el hecho de que todos los concejales expresaren en su fórmula de juramento o promesa la "lealtad al Rey", que algunos de la izquierda obviaban tiempos atrás para manifestar su oposición a la Monarquía Parlamentaria. Otra bobada sinsentido, porque la Constitución se acata o no en su totalidad y no solo en parte. Tiene sentido la libertad de expresarlo, pero no es ese el lugar, como tampoco lo fueren las cámaras provinciales y regionales, para manifestarlo. Su lugar fueren las Cortes Generales, en la que los partidos pueden instar al Gobierno a la convocatoria de un referéndum sobre la forma de Estado; pero no en un ayuntamiento, ni en la Diputación ni en la Asamblea. Y no fuere ese el principal problema de España para debatir ahora. Aquí se retrató "Cáceres Tú" (marca local de Podemos, que ni se molestaron ni en votar; para qué, si somos dos..., se dirían para sí), pero sí en proclamar en la fórmula de "promesa" que "la lealtad al Rey" lo hacían "por imperativo legal". ¿Y quién les ha mandado a ellos presentarse a las elecciones y a los ciudadanos votarles: acaso existe  algún  imperativo legal para ello? Es una cuestión de libertad, señores concejales, en primer lugar, y de cumplimiento del ordenamiento jurídico, que ustedes deben ser los primeros en cumplir y en dar ejemplo de su cumplimiento.
            Por lo demás, el discurso de la alcaldesa, magnífico; y su referencia a Max Weber (1864-1920), el más importante teórico de la sociología del siglo XX, sobre su concepción de la política, oportunísimo: o se vive para la política o se vive de la política. Y por eso, la política, el político, requieren tiempo, pasión y mesura. Por ello, todos los concejales, incluida la izquierda socialista, no obviaron la promesa de lealtad al Rey. Podemos aún está tan lejos de entender eso, como los asesores de la alcaldesa en entender la condición de género, y la policía local en izar las banderas cada mañana; pero no se olvidan de salir de caza con la grúa a las 6.40 para poner multas a los incautos ciudadanos, que no se han apercibido de que el horario de carga y descarga se ha ampliado de 7.00 de la mañana hasta las 12.00, porque nadie les avisó, en lugar de defender sus derechos y libertades, que para eso están, y no para amenazarles con multas.
 

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