sábado, 16 de marzo de 2013

IGLESIA Y POLÍTICA

           La elección del cardenal Bergoglio como nuevo papa de la Iglesia Católica trae al tapete de la actualidad las sombras de la Iglesia como institución que muchos desean sobreponer sobre las luces de la misma. No hay cardenal, ni papable, ni papa electo, que no se sustraiga al dictamen de la "pureza de sangre", establecida en España durante el Antiguo Régimen, para verificar si los conversos judíos o musulmanes bajo sospecha practicaban en secreto sus antiguas religiones, y a quienes se les exigía la prueba de descender de cristianos viejos. Los Estatutos de la limpieza de sangre fueron rechazados por el papado, porque presuponían que ni siquiera el bautismo lavaba los pecados de quienes ingresaren en la fe de Cristo, algo opuesto a la doctrina cristiana.

           La elección del papa Francisco ha echado por tierra tanto las quinielas de expertos vaticanistas como la ignorancia de otros que desearen echar tierra de donde sale más luz que fumata negra, reinante en otras instituciones, que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Ya lo decía el cardenal francés Paul Popupard: "El Espíritu Santo no lee los periódicos", al recordar su participación en el Cónclave de 2005 (véase Libertad Digital Europa, del 3-3-2013). Lo mismo que ha sucedido en el último Cónclave con la elección del papa Francisco.

           Desde su elección como nuevo papa, no han faltado en su propio país de origen, que lo considera "nuestro Papa", eludiendo su figura universal de pastor de la Iglesia toda, acusaciones sobre su papel durante la dictadura argentina (1976-1983), cuando el Pontífice electo era superior de los jesuitas de su país, que el portavoz vaticano, Federico Lombardi, se ha apresurado a calificar como "acusaciones infundadas", que la Justicia no pudo probar. (Véase El País del 15-3-2013).

           Dios no es argentino, como creen sus compatriotas, sino que lo fuere de todos los cristianos que creyeren en él; aunque asuman que, teniendo un papa; el mejor jugador del mundo (Messi), y una princesa de los Países Bajos, Máxima Zorreguieta, próxima reina de Holanda a partir del 30 de abril, por su matrimonio con el príncipe de Orange, Guillermo Alejandro, lo hubieren todo, excluida la pobreza de muchos por una riqueza mal repartida. La princesa es hija del que fuera secretario de Agricultura y Ganadería durante la dictadura militar. Máxima, que se mantuvo católica en un país protestante, y el príncipe, asistirán el martes 19, día del Padre, a la misa de entronización del papa junto al primer ministro de su país. Durante su boda, celebrada el 2 de febrero de 2002, el oficiante religioso le recordó las palabras del Libro de Rut: "No insistas en que te deje o deje de seguirte, porque a donde tú vayas iré yo, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios." (Rt, 1-16), que provocaron las lágrimas incontenidas de Máxima.  El padre de la princesa no pudo asistir a la boda a petición de representantes del gobierno holandés por su vinculación con la dictadura.  No hubo, entonces, más controversia que la señalada en la boda de los príncipes de los Países Bajos, al contrario de lo que ha ocurrido con el nuevo papa.

           "La Mano de Dios" es el nombre con el que se conoce el gol marcado por Maradona en el partido contra Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de Méjico 86, que finalizó con la victoria argentina por 2-1, también marcado por el astro futbolístico. El llamado "Gol del siglo", hizo clamar a los locutores de radio argentinos a través de las ondas: "Dios existe; Dios está con nosotros; Dios es argentino..." o, como relatare el locutor argentino-uruguayo  Víctor Hugo Morales: "Gracias, Dios, por Maradona, barrilete cósmico, por estas lágrimas, por este Argentina, 2-Inglaterra, 0..." (hasta el gol de la "Mano de Dios").

           Como buen argentino, el papa Francisco es también futbolero y socio de honor del San Lorenzo de Almagro, desde 2008, en que oficiare la misa del centenario del club bonaerense, fundado por un sacerdote salesiano.

            "Dios escribe derecho con renglones torcidos". Este refrán puede traducirse por: quiénes somos los humanos para afirmar que sus renglones están torcidos y los nuestros están rectos... No mezclemos las cosas de Dios con las cosas del mundo, porque "el hombre propone y Dios dispone". Así ha sucedido en el Cónclave: quien recibiere cuarenta votos en 2005 y que rogó que se los pasaren al cardenal Ratzinger, logra ahora una mayoría más amplia que su predecesor para ser papa. Y corrupción la hay en todo el mundo. Así lo ha certificado hace unos días el cardenal español Julián Herranz, uno de los tres purpurados mayores de 80 años, no conclavistas, encargados por el papa emérito Benedicto XVI de desentrañar las filtraciones destapadas la primavera pasada a raíz del llamado caso Vatileaks: "En cualquier gobierno hay muchas más áreas de oscuridad, de servicios secretos, de decisiones que el presidente toma, más zonas reservadas que en el Vaticano." (véase El País del 18 de febrero pasado).

           En una democracia en la que los partidos han de serlo en su funcionamiento y estructura, como manda la Constitución, no lo fueren. Las listas y las decisiones las toman cuatro, sin que la militancia intervenga para nada. No hay príncipes, como en la Iglesia, que eligen al sucesor, aunque sea una monarquía absoluta, aun con poderes delegados. Para la elección papal se exige mayoría de dos tercios, mientras que en las democracias representativas mandan el dedo y los amiguetes. Los papas no abdican ni dimiten, pero renuncian, asunto vetado para los políticos, en que nadie dimite por más evidencias de corruptelas que hubiere. El Cónclave es una lista abierta en la que todos son electores y papables, en el que se entra papa y se sale cardenal. En el Cónclave no valen quinielas, porque solo ilumina la luz del Espíritu Santo; en la democracia, el resultado se sabe antes de las elecciones, al ser listas cerradas. El Cónclave es participativo, como lo son las Congregaciones previas. En democracia --gobierno del pueblo para el pueblo y por el pueblo-- solo hablan dos; al resto se le silencia. Del silencio y las ruedas de prensa sin preguntas molestas no puede salir nunca el gobierno de los mejores, sino el gobierno de los mediocres, hasta que un día estalle la revolución pendiente de los oprimidos ¿A qué hablar, pues, de los renglones torcidos de Dios, cuando los nuestros fueron peores aún?  "Cuando no caminamos, nos detenemos", dijo el papa Francisco en su primera homilía al Colegio Cardenalicio.  Así estamos: sin caminar, porque no hubiéremos líderes en la política como quienes calzan las sandalias del Pescador para señalarnos el camino; porque el de aquellos, bien que lo conocemos.
 

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