martes, 27 de noviembre de 2012

LA CRISIS NACIONALISTA: EL ESTADO DE GUERRA FRENTE AL ESTAT CATALÁ EN 1934


             El ex presidente del Gobierno, José María Aznar, comparó ayer, durante el acto de presentación del primer volumen de sus Memorias, las aspiraciones soberanistas de Artur Mas con la crisis nacionalista de 1934. “Conviene recordar –dijo el ex presidente del Gobierno (1996-2004) que esta crisis nacionalista ya la vivimos en 1934, y los nacionalistas, en líneas generales, son malos gobernantes, y cuando intentan gobernar los territorios que dicen que son suyos, generan grandes líos y grandes problemas.” (véase El País del 26-11-2012)  ¿A qué crisis se refería Aznar al recordar la nacionalista catalana de 1934? Pues ni más ni menos que a la declaración del estado de guerra en toda España por la declaración de independencia de Cataluña ese mismo año.
              El ex presidente se refería así a las tensiones territoriales en Cataluña al valorar el resultado de las elecciones durante la presentación del primer volumen de sus Memorias, y subrayó que “España no se va a romper” y, en el supuesto de que alguien quiera romper desde Cataluña, antes se rompería Cataluña”. “Aquí o estaban vendiendo la visión de una Cataluña monolítica, única, que no admite contestación, y eso no es verdad”, apuntalando esta percepción con el dato de la “fragmentación política” surgida de los comicios del domingo (véase Libertad Digital del 27-11-2012).
              “Del España va bien” que repitió en un mitin celebrado en Ávila hasta tres veces el 3-III-1997, al “España se rompe”, frase atribuida a él en 2004 tras aprobarse el nuevo estatut, en el que se definía a Cataluña como nación, que hacía peligrar la “indisoluble unidad de la nación española” de la Constitución de 1978, Aznar pasó a defender que “España solo se puede romper si antes se rompe Cataluña “como sociedad, como cultura y como tradición”, en un discurso en el que cargó duramente contra la “deslealtad”, el “chantaje” y las “amenazas” del presidente de la Generalitat, Artur Mas, por pretender ahora “romper los términos del acuerdo democrático para buscar la secesión y el conflicto” (véase Telediario de La 1, de 25 de octubre pasado).
              Pero, qué pasó en 1934 para que el Gobierno de la República declarara el estado de guerra en todo el territorio nacional. El “Diario Oficial del Ministerio de la Guerra” del 7 de octubre del mismo año (D. O. número 232, Tomo IV, página 51) se abría con un parte oficial de la Presidencia del Consejo de Ministros, en el que se decía, entre otras cosas, refiriéndose a la situación de Asturias y Cataluña, que en la primera “el Ejército se está adueñando de la situación, y en el día de mañana quedará restablecida la normalidad” y “en Cataluña, el Presidente de la Generalidad, con olvido de todos los deberes que le impone su cargo, su honor y su responsabilidad, se ha permitido proclamar el Estat Catalá”.
              “Ante esta situación, el Gobierno de la República ha tomado el acuerdo de proclamar el estado de guerra en todo el país” y “al hacerlo público, el Gobierno declara que ha esperado hasta agotar todas los medios que la ley pone en sus manos, sin humillación ni quebranto de su autoridad”, y añade que “en las horas de la paz no escatimó transigencia” y “declarado el estado de guerra, aplicará sin debilidad ni crueldad, pero enérgicamente, la ley marcial”.
              A continuación, el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora y Torres, y el presidente del Consejo de Ministros, Alejandro Lerroux García, firmaban el correspondiente  Decreto por el que se declaraba el Estado de Guerra en todo el territorio de la República Española, y por el que se daban órdenes a los generales, jefes de la Divisiones orgánicas, comandantes militares de Baleares y de Canarias y jefe superior de las Fuerzas Militares de Marruecos, en relación a las plazas de Ceuta y Melilla para dictar los oportunos bandos con arreglo a la Ley de Orden Público, que habrán de regir en los territorios a que alcanzara la jurisdicción de las Auditorías respectivas.
              En las elecciones municipales del 14 de abril de 1931, ERC obtuvo 25 concejales frente a los 12 de la Liga Regionalista y 12 de la candidatura republicano-socialista. A las ocho de la tarde de ese día, Lluís Companys, uno de los líderes de ERC, proclamaba la República desde el balcón del ayuntamiento e izaba la bandera republicana. Una hora después, desde el mismo balcón, el líder de Esquerra, Francesc Macià, proclamó l´Estat Catalá de la República Federal Espanyola. Companys comunica su declaración al capitán general de Cataluña, Domingo Batet, pidiéndole que se pusiera a sus órdenes “para servir a la República que acabo de proclamar”. El general habla con el jefe de los Mossos d´esquadra, quien le asegura que solo obedece al presidente de la Generalitat. Batet habla entonces con Lerroux y, de acuerdo con sus órdenes, declara el estado de guerra, en aplicación de la Ley de Orden Público de 1933. Tras las escaramuzas nocturnas por parte de las fuerzas de Batet y las de los Mossos, a las seis de la mañana Companys se rinde. Sobre las siete, las tropas entran en el Palau de la Generalitat y detienen a Companys y su gobierno. Posteriormente, en el ayuntamiento, son detenidos el alcalde, Carles Pi i Sunyer, y los concejales. Más de tres mil personas fueron encarceladas y puestas a disposición de los consejos de guerra. El presidente y el gobierno de la Generalitat fueron juzgados por el Tribunal de Garantías Constitucionales y condenados a treinta años por rebelión militar; la autonomía catalana fue suspendida por ley y la Generalitat fue sustituida por un Consell, encabezado por un presidente conocido como gobernador general de Cataluña. La rebelión se saldó con cuarenta y seis muertos. El Estado Catalán duró diez horas y su disolución comportó, entre otras, la anulación de la `Lley de Contractes de Conreu´ (Ley de Contratos de Cultivo), la clausura del Parlamento catalán, la destitución de la mayor parte de los alcaldes y concejales municipales de izquierda, la supresión del Estatuto y la represión de los partidos de izquierda. (Véase Culturcat, Generalitat de Catalunya, gencat, cat).
Pasadas las elecciones, con los resultados ya conocidos, es hora de apelar al diálogo para generar estabilidad y no repetir, bajo ningún concepto, la proclama soberanista y arrogante de Mas, cuando afirmaba que “ni los tribunales ni la Constitución pararán el proyecto soberanista de Cataluña”. (Véase “20 Minutos” de 4-11-2012). A falta de una “mayoría excepcional” para liderar el proceso, las amenazas y provocaciones no conducen a parte alguna. Ya se vio en Cataluña y Asturias en 1934, y luego vino lo que vino. A eso se refería el ex presidente del Gobierno al aludir a la crisis soberanista de 1934. Conviene recordar la Historia, “maestra de la verdad” para Cervantes y “maestra de la vida” para Cicerón.

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