miércoles, 28 de marzo de 2012

EL CRÉDITO Y EL CAMBIO

           No es peor el crédito financiero que el político. El primero se manifiesta en especie o en dinero, que el beneficiario se compromete a devolver en el plazo convenido con los intereses fijados en aquel. El crédito político se otorga por delegación de soberanía o poderes a una persona, agrupación o partido en quien confiamos y que pueden sumar o restar el crédito dado.

            El crédito financiero concluye sin más en el plazo de devolución firmado. No admite mora ni prórrogas; no tiene alma ni corazón, sino precio. Puede otorgarse con engaños, a sabiendas. Requiere confianza y solvencia en el deudor a cambio de la confianza del acreedor. Si vencido el crédito, no hubiere pago del principal y de los intereses, la confianza se pierde. No hay crédito ni renovación de aquella. Esta la pierde el deudor que hubiere devenido en desgracia, que puede perder hasta su hogar. De nada vale la dación en pago, que ni siquiera fuere suficiente, perdida la confianza.

            El crédito financiero requiere una solvencia económica como el político, una solvencia moral, o la capacidad de cumplir la obligación contraída. Se es solvente económicamente o no en el crédito financiero, mientras que, en la política, la solvencia requerida es más moral que económica. La política no exige solvencia económica ni intelectual ni demostración bastante para verificar las virtudes que hubiere de tener el político. Hay muchos políticos tan insolventes económicamente como intelectualmente. Se es político por elección, sin más; por amiguismo, por débitos de favores, por recompensa obligada. En la vida financiera, entendemos por crédito la confianza en la capacidad de cumplir, en la solvencia de un individuo para hacer frente al cumplimiento de la obligación contraída, quizá la misma que en la política, solo que en esta el plazo finaliza cada cuatro años, porque el elector no mira la letra pequeña de los que repiten, no por méritos propios, sino por deméritos ajenos, y no ven lo que tuvieren que ver en la lista, no solo en el programa.

            En política, el interés pudiere ser el cambio, en la imposibilidad de percibir el cumplimiento del préstamo. Perdida la confianza en los elegidos, el elector cambia el sentido de su voto, el gobierno mismo, ante la imposibilidad de creer lo que prometieron y no cumplieron, el ideal mismo de su filosofía política, que les convierte en eternos deudores de la confianza del pueblo. En política, la traición se paga con el cambio; pero, a veces, la insolvencia cultural de muchos no puede ni hacer frente a la solvencia política de quienes, considerándose compañeros, les auparon al poder. Perdida aquella, en retirada, ni se reconocen los servicios prestados, los favores realizados, ni la lealtad contraída, en la seguridad de que ni intereses debieren a quienes les promovieron y otorgaron el capelo de príncipes de la sociedad para servirla, no para servirse de ella. Son los insolventes económicos e intelectuales, arrimados al sol que más calienta, en familias afines, para tener un sillón en los que reposar sus caderas, a falta de cátedras que no lograren en la vida para mostrarnos un camino que no supieren a dónde nos conduce.

            En política hay más deudores que acreedores, solo que, a diferencia de la financiera, esta no admite más que el cambio de los traidores que no pagaron su deuda a crédito, a plazo. Ningún deudor se libra de la primera; otros muchos se van de rositas con su crédito político, sin pagar el coste del suyo, de la confianza otorgada y perdida. Y son más quienes, aun habiendo recibido una confianza de amistad, además del voto que les elevare a los altares, se olvidan muy pronto a quien nunca dejare en la estacada a los suyos. Y les reemplazan con otros servidores a cuál más insolvente, económica y culturalmente, sin crédito ni solvencia alguna, incumpliendo la letra grande y pequeña que juraren o prometieren cumplir, pero incumplieron, porque no hubieren el espíritu que les insuflaren sus electores, ni mucho menos sus padrinos políticos. Un día llegará en que todos pasarán a mejor vida porque su crédito hubiere concluido y no fuere satisfecho ni siquiera con la palabra del alma.



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