jueves, 17 de noviembre de 2011

PARTICIPIOS DE LA PRIMERA CONJUGACIÓN EL 20-N

     El 20-N subsume los participios de la primera conjugación, terminados en ado e ido, y los de la segunda y tercera, en ido. El participio es la forma no personal del verbo que este toma para funcionar como adjetivo sin perder su naturaleza verbal. Antes y después del participio se alinean siglas y nombres de personas, no terminados quizás en ado e ido, pero que al final del día subrayarán el resultado final de la jornada electoral. Los participios de la primera conjugación pueden definir la incógnita mejor que los de       la segunda y tercera.

    Reina hoy el participio de indignar, indignado, que califica a quienes se sienten irritados y enfadados sobremanera por la situación; pero a esa indignación de los indignados puede sobrevenirle la desconsolación del desconsolado y afligido. Una ministra del Gobierno de España ha pedido un esfuerzo para que, en el 20-N, España no pase de la indignación a la desolación en horas veinticuatro, como si previese que, llegado el caso, viniere a continuación el adviento del participio de la segunda y tercera conjugación, terminado en ido: olvido, molido, confundido, malherido…

   La liturgia del Adviento nos prepara para el que ha de venir, que no hubiere nada que ver con el resultado electoral, porque el Niño llegare todos los años y el participio de la segunda y tercera conjugación pudieren durar años, antes de que los indignados y desolados volvieren a ocupar su lugar tras el olvido.

     El 20-N es un buen día para no pasar de la indignación a la desolación y para no sentir el olvido “a posteriori”. Por encima de los participios están el presente y futuro verbales, en forma de siglas, nombres y programas, alejados de las prédicas de quienes no anunciaren más que males del infierno, que adjudicaren a su vez a los anteriores, y no al que ha de llegar, símbolo de esperanza y futuro para un pueblo que hubiere todavía más fe en el que ha de venir que esperanza en los políticos y mercados que nos amenazan por doquier.

    Hay motivos para estar indignados, pero no desolados, y menos aún afligidos. El voto es la herramienta democrática para no pasar de la indignación a la desolación, y menos aún al olvido. En nuestras manos está construir un nuevo futuro con otras formas verbales que no sean los participios indeseados. “Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran” (Mt, 7-13), nos enseñó el Maestro que ha de volver. Entremos, pues, por “esa puerta angosta”, aunque “estrecho fuere el camino”. Votad, abstencionistas, votad, porque vuestro será el triunfo o la perdición, Ni un solo voto perdido, ni en blanco ni nulo, porque otros vendrán que los harán suyos por vosotros, y entonces será el llanto y crujir de dientes, porque “nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno y amor al otro”. (Mt 6, 2-34).



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