domingo, 30 de octubre de 2011

GRANADILLA, DONDE HASTA LOS MUERTOS FUERON DESTERRADOS







Restos aflorados a la superficie del antiguo cementerio. Foto tomada el 12-enero-2006




No solo los árabes, arquitectos de su muralla, expulsados por Fernando II de León en 1170; los judíos, en 1492, por el Edicto de Granada de los Reyes Católicos; y los cristianos, en 1965, expropiados y desterrados por el pantano de Gabriel y Galán, que anegaría sus mejores tierras. Hay en Granadilla (Cáceres), municipio desaparecido el último año citado, un cuarto más inhumano destierro: el de sus muertos, exhumados posiblemente el 27 de enero de 1966 y trasladados al nuevo cementerio, construido a 1.580 metros de la villa, junto al nuevo camino de acceso a la península en que la dejaren las aguas del embalse.

            El alcalde de Zarza de Granadilla, cuya zona este del antiguo término municipal de la villa fuere adscrita a su término municipal, según el Decreto 1347/1965, de 6 de mayo, por el que se acuerda la disolución del municipio y la incorporación de su término municipal a los limítrofes, con la divisoria marcada por el cauce del río Alagón, se dirigió por escrito al jefe provincial de Sanidad en el que le exponía que, “con motivo de haber sido cerradas las compuertas del embalse… y las aguas torrenciales caídas en estos días, se halla en inminente peligro de ser inundado el cementerio del pueblo, tan es así que, de seguir el crecimiento del embalse, lo realizará en un plazo de dos o tres días”.

            Añadía el alcalde –y razón no le faltare-- que todos quienes tenían deudos allí inhumados solicitaron que, a la mayor urgencia, se procediera a la exhumación de cadáveres y su traslado al nuevo cementerio para evitar que quedaran bajo las aguas “y que, a la retirada de esta, en el próximo estío, con el arrastre de tierras pudieran quedar al descubierto”.

            Los temores del alcalde y los antiguos vecinos de la villa se confirmaron. Los restos afloraron a la superficie por no haberse dispuesto una losa de hormigón encima, como se hiciere en Cabaloria, perteneciente al municipio de Caminomorisco, también abandonada por el embalse, y cuyos habitantes se trasladaron a vivir a Alagón del Río.

            Hubo demasiada prisa para desterrar a los vivos como para acordarse de los muertos que dejaren atrás. Todo perdido ya, el pueblo abandonado, desierto el nuevo cementerio construido, los antiguos vecinos hubieron de ser convocados por última vez para la cita de la exhumación. La mayoría no acudió; otros desistieron ante la imposibilidad de identificar los restos, dada la proximidad entre las tumbas y otros, en fin, no reclamados por nadie, reposaron allí para siempre y sus restos aflorarían por la bajada de las aguas y el arrastre de las tierras. Todo quedó destruido, destrozado, en la antigua villa de Granada, hasta el último aposento de los muertos. No solo los ascendientes, sino hasta un insigne párroco, Ángel Blanco Arroyo, con placa de gratitud de sus feligreses en el templo parroquial, que sirviere a los suyos desde 1893 hasta 1940, en que falleciere a los 75 años, allí quedó a merced de las aguas.

            Ya en 1961, Obras Hidráulicas autorizó la redacción del proyecto del nuevo cementerio. Se previeron 156 sepulcros para nuevos enterramientos; y el número de sepulturas necesarias para el traslado de los restos procedentes del antiguo se estimó en 60. En 1963 se autorizó a la Confederación Hidrográfica del Tajo a realizar las obras por concierto directo que, en segunda licitación, fueron adjudicadas por 520.661,46 pesetas. En marzo de 1964 se efectuó el replanteo. En julio de 1967 se efectuó la recepción definitiva de las obras en el Poblado de Gabriel y Galán tras serles abonadas al contratista 518.221,74 pesetas en siete certificaciones.

            Entre enero del 1956 y mayo de 1963 se habían efectuado en el antiguo cementerio 45 enterramientos, según la relación facilitada por el Ayuntamiento de Zarza de Granadilla. Sanidad autorizó el traslado de restos a otras localidades donde vivían sus descendientes. En total se trasladaron 43 restos, según las notas citadas por Sanidad en un informe de la liquidación de servicios prestados.

            “Y cuando se vayan, llévense hasta las sillas”, les instaban a los últimos vecinos de Granadilla. Hubo nuevo cementerio, pero no repararon en lo que dejaban en el antiguo, las aguas removiendo las tumbas, las paredes caídas, los restos óseos descansando sobre sus piedras. Difuntos sin flores en su día, su identidad perdida, sin una oración por su alma ida, sus cuerpos también desterrados por la desidia humana, sin piedad alguna que se apiadare de ellos ni registro que certificare allí su existencia.


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