domingo, 9 de mayo de 2010

DE PASIONES VARIAS


El mundo entero es hoy una pasión: de tristeza, depresión, abatimiento, desconsuelo… La pasión versus acción; el estado pasivo del sujeto, abandonado a su suerte, perdida toda esperanza, como si hubiésemos entrado ya en el infierno de Dante y hallásemos en el dintel de la puerta sus palabras: “Lasciate ogni speranza, voi ch’intrate” (abandonad toda esperanza quienes entráis aquí” (verso noveno, Canto III de La Divina Comedia).

Hay otras pasiones del alma distintas y distantes a la pasividad de este estado: la pasión amorosa, la pasión de la madre, la muy viva preferencia por alguien hacia otra persona en quien confiarse; la pasión de los hijos, la pasión del trabajo, la pasión política, la pasión deportiva…, todas con matices y gradaciones diferentes: las que todo lo dan y nada reciben; las que nada nos dieren cuando todo se les ofreciere…

El amor es una pasión de entrega, porque se supone un amor que se da a cambio de nada; el sentimiento que nos atrae y que, en justa reciprocidad, nos alegra y nos da alegría para vivir, comunicarnos y crear; pero hay otros amores que no fueren tales: el “platónico”, el amor idealizado sin relación sexual; el “amor propio”, el que alguien se profesa a sí mismo y a su prestigio; “por amor al arte”, el que no espera interés ni recompensa por el trabajo; “por el amor de Dios…”, o dar como de gracia lo que se debe por justicia.

La pasión de madre concatena dos pasiones: la de aquélla por traerle al mundo en un acto de amor y la del hijo bien amado que le reporta su amor porque le diere la vida y cuidare de ella hasta su valimiento por sí mismo.

La pasión por alguien en la confianza infinita en otra persona, cuya sola visión nos ofrece la alegría que no hubieren otras pasiones. La pasión por el trabajo nace no solo de un estado de necesidad, sino de una necesidad, vocacional, de sentirse útil al bien común. La pasión deportiva, pasiva, no activa, liberadora de frustraciones, niega, las más de las veces, el denominador común de la pasión: la entrega sin condiciones a una persona o un grupo, que solo en ocasiones nos diere las satisfacciones que buscamos en la vida y no halláremos.

La pasión, como los seres vivos, nace, se desarrolla y muere. La pasión es un estado transitorio del alma; el amor, si existiere, lo fuere eterno. Fractura el tiempo las pasiones como la propia declaración de amor eterno. Nada más frágil que el amor si no se alimentare; nada más recurrente que la pasión a falta de otras pasiones. “Sin pasión, el hombre solo es una fuerza latente que espera una posibilidad, como el pedernal el choque del hierro, para lanzar chispas de luz”, recordaba Henry F. Amiel.

Necesita pasión el mundo para caminar, no solo la palabra que mueve montañas, ni la fe que pudiere removerlas; no tampoco la desconfianza en la política porque no nos gustare el mundo en que vivimos porque, sin ella, como sin pasión, el caos se adueñaría del mundo. Hubiéremos de tener fe no en los políticos que no pactan aunque se hunda el mundo, sino en aquellos que, por su pasión por la política, entregan su vida con pasión por los demás, porque ese encargo le dimos; pero la pasión vincula a dos, como la Liga fuere cosa de dos, ganada para unos, ya perdida para otros, la pasión deportiva que fenece porque fuere solo pasiva. Un partido lo disputan dos equipos: el que está en el poder, que busca los derechos para todos, solicita también deberes porque, sin ellos, nada fuere posible; el que está en la oposición no debiere marcarse solo como norte el poder, restringiendo derechos y no poniéndose deberes, como si el amor por la Patria fuere tan solo suyo y no de todos los que ha habitáramos, porque “quien se pierde en su pasión, pierde menos que el que pierde su pasión” , en palabras de Kierkegaard, porque, qué ganamos si no fuere en el amor recíproco, el saber estar a las duras tanto como a las maduras… Nada, como quienes negaren sus pecados por los que aún no fueren condenados y cumplieren su penitencia, y vieren en ojos ajenos la paja que hubieren en los propios…


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