domingo, 24 de enero de 2010

“NO LLORES, MAMÁ…”

A Soledad Tovar


“No llores, mamá”, decía entre sollozos Soledad Tovar, al subirse a una tribuna, quizá por la primera vez en su vida, en el Reloj del Sol, junto a la Charca de Casar de Cáceres, para recordar a su abuelo, Teodoro Barrantes, setenta y cuatro años después de su fusilamiento, en septiembre de 1936.

Hubiere de completar lo que pensare y no dijere, aunque bastante confesare, ante un auditorio a la medida para no olvidar.

No llores, mamá, por los muchos años de silencio que hubiste de llevar en tu corazón y habla. No llores, mamá, por los trabajos y humillaciones recibidos. No llores en silencio tus sacrificios mil y el recuerdo del triste final del abuelo. No llores la delación de quienes dicen que perdonan los pecados, pero solo bendijeron a los suyos, porque, aunque su nombre no figure en la puerta de nuestro templo, estará siempre en nuestros corazones.

No llores, mamá, por quienes desean que olvidemos nuestro pasado. No llores, mamá, porque el tiempo no ha borrado nuestra memoria y, aunque no podamos llevar flores a su tumba, arrojamos a nuestras simbólicas aguas estos claveles para que lleguen allí donde estén. No llores, mamá, porque nos encontramos aquí, ante un símbolo de nuestro pueblo, para rendirle homenaje a su memoria. No llores, mamá, porque deseo que mi hija, tu nieta, no olvide nunca a quien jamás conociere. No llores, mamá, porque el silencio te hizo enjugar tus lágrimas todas. No llores, mamá, porque, a pesar de todo, conocimos un nuevo amanecer y hoy, unidos, somos felices con lo que tenemos.

No llores, mamá, porque estoy aquí para contar la historia del abuelo. No llores, mamá, porque ha llegado la hora de que hablemos a quienes nos cerraron la boca durante decenas de años, porque la palabra no es exclusiva de ellos como creyeron y siguen pensando. No llores, mamá, porque la primavera ha florecido y los claveles que tengo a mis pies volarán hasta sus manos. No llores, mamá, porque “sus cinco rosas prendidas”, son las ocho que nuestro pueblo ofrendó por la paz.

No llores, mamá, porque nuestra fortaleza está por encima de la debilidad de los hombres, aquellos que nos arrebataron nuestra dignidad, pero no la honra. No llores, mamá, por quienes, todavía hoy, no desean que descubramos su tumba para no reescribir la verdadera historia, que solo ellos escribieron. No llores, mamá, porque no guardamos rencor, pero deseamos saber la verdad y dónde están sus cuerpos, para velarles antes de nuestra muerte y rezar por sus almas.

No llores, mamá, porque quienes aquí nos acompañan sufrieron igualmente, en sus familias y en su corazón, el oprobio de una guerra fraticida. No llores, mamá, porque no deseo que mi hija llore por lo que no debiere nunca más. No llores, mamá, porque nuestros adversarios políticos deseen el poder para hacernos sufrir aún más, como si fuere poco el daño que ya nos hicieren. No llores, mamá, por los desertores de nuestras ideas, porque en ellas reside la justicia, la paz y la igualdad entre hombres y mujeres. No llores, mamá, porque vuestro sacrificio y el de todos no fue en vano.

No llores, mamá, y déjame decir lo que a ti no te permitieron. No llores, mamá, por los pecados que nunca cometiste y que hoy te son perdonados por tus sacrificios. No llores, mamá, porque nos diste la vida y nos alumbraste con tu luz a tus descendientes. No llores, mamá, porque solo tú nos has hecho comprender la belleza de la vida y la ausencia de ella. No llores nunca más, mamá, porque en tu fuerza y ejemplo reside nuestra esperanza. No llores, mamá, porque hoy tenemos en la tierra el consuelo que no nos diere todavía el cielo. No llores, mamá, porque nos harás llorar a todos en el desamparo que ya hubimos y en el amparo que hoy tenemos… No llores más, mamá, que ya lloraste por todos…

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