viernes, 31 de diciembre de 2010

NO ESPEREN A 2011 PARA SEGUIR VIVIENDO…

Nochevieja es un tránsito, como la vida y la muerte. Muere un año, nace otro, como en la vida misma, como la naturaleza que se regenera a sí misma para seguir dando luz y vida. Nos ha dado el año que finaliza vida y muerte. No apreciamos la vida mientras la tenemos, como la salud cuando nos acompaña. Pasamos las hojas del calendario sin darnos cuenta de que nuestra cuenta atrás empieza desde el momento mismo del nacimiento a la luz. Nos sorprende la muerte en el camino y apenas nos damos cuenta, porque no vivimos la vida. Ponemos fechas a la vida, como si deseáramos alcanzar la meta que está próxima, más cercana de lo que creemos.

No es vida la vida sin salud, sin amor, sin compañía, sin el reconocimiento que no hubieres en vida más que por quienes amaste y te amaron. Pasa la vida y llega la muerte, sin aviso previo. Nos sorprende todavía el anuncio de la muerte que no se anuncia, la de aquellos para quienes la vida no fue un tránsito hacia la muerte, porque su transitar por la vida dejó la estela de la obra bien hecha. “Ha muerto Veiga”, leemos, y, de pronto, advertimos la vida, su vida entregada por amor a los demás; transmitimos la noticia y nos llegan los ecos de los sentimientos que suscita.

Muere hoy el año y observamos una foto en el periódico. Hacía tiempo que no le veíamos, pero no hubiéremos noticia de su muerte hasta hoy. Estará pintando la ciudad antigua o ensayando con su Orfeón la música que nos eleva sobre la tierra. Levitaba Jesús Marcos con los latines gregorianos, con los rincones de la ciudad patrimonio, con la dulzura en su trato con las mujeres… Jesús por nombre porque naciere un día de Nochebuena (puer natus est nobis), falleció en su otro día de onomástica: Navidad. La vida y la muerte entrelazadas en su nombre. Permanece su obra en un café de la cacereña calle París, en la exquisitez femenina de sus niñas, en las notas desprendidas del pentagrama de los acordes musicales… que llenaban las naves catedralicias.

Que la tierra les sea leve, porque no pudieron dar en vida todo lo que quisieren y pudieren. Lloramos su muerte como sonreímos ante la vida de los pequeños que nos rodean.

El tránsito del año subsume en sí mismo el de la vida. Muere un año, pero nace otro; en la vida que fenece, el tránsito es al más allá. Todo ya consumado; la obra, sin finalizar, truncada. Quizá conociere Jesús el responsorio cuaresmal “Media vita in morte sumus” (en la plenitud de la vida estamos muertos), como el joven emeritense fallecido en Leiria en la plenitud de la vida, cuya identidad nos revelaren días pasados, y hubimos un recuerdo para sus padres, con quienes un día compartimos afanes.

Nochevieja es el féretro con los despojos mortales de un año más que se nos va con la vida, que se llevó tantas vidas, vividas y por vivir; ilusiones rotas, afanes truncados en la vida sin vida de los sin vida; de quienes teniéndola, ni la viven ni la sienten ni la comparten. Y cuando llega la hora, nos coge desprevenidos, asustados ante nuestra propia debilidad humana, ante la fugacidad de la vida que no vivimos si nos fuere anunciada.

El vino espumoso que se evapora esta noche semeja el tránsito de la vida fragmentada, en un calendario hecho para vivirlo todo el año, cada día, porque no sabemos ni el día ni la hora. Solo sabemos la hora de este tránsito de vida, imparable, ya iniciado en otras tierras del planeta para seguir viviendo y amando. No esperemos más porque el tiempo vuela. Abracemos la vida que nos da la vida porque esta camina ya hacia su destino.

jueves, 30 de diciembre de 2010

TRES ROLES DE VEIGA

Manolo Veiga, como se le conocía familiarmente, no fue un funcionario ni un político al uso. Extremeño, aunque nacido en la cuna de Santa Teresa; profesor de la rama de Derecho de su predilección –“tendrían que venir los romanos a colonizarnos otra vez”, me dijo en cierta ocasión--, político integral por Cáceres y Extremadura; ciudadano comprometido con su tierra por la vía del asociacionismo antes que por la política; antes por las vías que hubiere que por las democráticas por las que suspirare, Veiga subsume en su vida truncada los roles todos de extremeño comprometido, de profesor vocacional, de político entregado a su causa.

En agosto del 82, un miembro de la Ejecutiva Federal, apenas conocido, visitaba las agrupaciones provinciales para animar a los pocos que hubiere sobre el cambio anunciado. Ante él y un secretario de Comunicación que nos relatara su perfil profesional y político, Javier Solana, varias veces ministro con Felipe González, secretario general de la OTAN y encargado de la política exterior y de Defensa de la UE, nos respondía a la pregunta que fuere lema del PSOE en las elecciones de octubre: “Por el cambio”. ¿Dónde ve usted el cambio, señor Solana?” Y respondía: “Se ve en la calle, en el aire que respiramos, se palpa, se nota, se presiente…” Asentía un Veiga, secretario de Organización provincial, que hubiere visitado pueblos, organizado agrupaciones locales, animado a los suyos a hacer realidad el cambio esperado.

Salimos un día de octubre, vísperas de las elecciones de la plaza de toros, donde Felipe González viniere como candidato a la Presidencia del Gobierno tras su paso como alférez, que recordare, en el CIR 3 de Cáceres. Comentábamos el mitin como aspirantes a un cambio anunciado.

Profesor de Derecho Romano, no pedía a sus discípulos la retahíla de la memoria en latines, sino el concepto y la filosofía que inspirare el Derecho todo, el Derecho Romano, por cuya civilización tanto suspirare.

Fue político antes que profesor; funcionario del Estado antes que profesor y político; esposo y padre antes que nada; y político, al fin, llamado a las más altas responsabilidades por su partido: concejal, diputado provincial, presidente de la Diputación, diputado regional, presidente de la Asamblea de Extremadura; pero, sobre todo, fue Manolo, un hombre bueno, comprometido con su tierra, con la política de su partido, con la enseñanza a sus alumnos a quienes transmitiere una célula de nuestra civilización occidental: el Derecho Romano, sin cuya esencia nada fuéremos; como sin su bondad, tan recordada, no hubiéremos espejo donde mirarnos…, como el cambio que conociste y por el que trabajaste, Manolo.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

UN EXTREMEÑO EN LA EUROPA DE LOS MERCADERES

Incansable, tras una hora de palabras, el eurodiputado de origen extremeño Alejandro Cercas, explicaba en la pasada campaña electoral de las Europeas la falta de sensibilidad social por parte de una minoría de países, liderados por el Reino Unido, que continúan viendo a Europa como un simple mercado. Esta tesis ha sido refrendada recientemente por el secretario general del PSOE extremeño y presidente de la Junta de Extremadura, Fernández Vara, quien ha afirmado que en Europa no se habla de personas, sino de mercados, como ha tenido ocasión de escuchar en el Comité de las Regiones. Y el secretario provincial del PSOE de Cáceres y presidente de la Asamblea de Extremadura, Juan Ramón Ferreira, afirmaba recientemente ante el comité provincial de su partido que “los mercados no pueden gobernar el mundo”.

Cinco semanas antes de las elecciones europeas, el eurodiputado Cercas lideró en el Parlamento Europeo la batalla contra la jornada semanal de las 65 horas semanales, que había sido aprobada por los ministros de Trabajo de los 27 con el voto en contra de España. El Parlamento Europeo aprobó por mayoría absoluta una serie de enmiendas por las que se exigía la supresión de todas las excepciones a la jornada laboral de 48 horas semanales. La Eurocámara reclamaba, además, que se considerara tiempo de trabajo la totalidad del tiempo de guardia, incluido el periodo inactivo (por ejemplo, cuando un médico duerme en el hospital).

Cercas se dirigió a los Veintisiete para decirles que el voto del Parlamento “no es un contratiempo; es una oportunidad de rectificar una decisión equivocada” y pidió a la Comisión, que había apoyado el compromiso alcanzado por los Veintisiete sobre las 65 horas, “que se ponga el traje del árbitro, que se quite la camiseta del Consejo, y hagamos una conciliación para que sea verdad la reconciliación de la vida familiar y profesional y la Europa social”.

De nuevo ha tenido que ser Alejandro Cercas el que haya puesto coto a “un retroceso de la civilización” en la Europa de los mercaderes al rechazar como ponente el “permiso único” para la inmigración que consagraba la discriminación de los inmigrantes de terceros países en sus derechos laborales y sociales. La disputa entre liberales y conservadores permitió a la izquierda rechazar una norma que permitía la entrada en Europa de trabajadores que no quedaban sometidos al derecho comunitario ni al derecho nacional, lo que fomentaba los sentimientos de xenofobia, racismo y rechazo hacia los inmigrantes.

Otra vez, Cercas tuvo que ser el artífice de la movilización contra una directiva que consagraba la discriminación de los extranjeros no comunitarios. “Hemos evitado que Europa dé un paso atrás” porque “estamos aquí para velar por la igualdad en el trabajo y preservar nuestro modelo de protección social”.

Quien ha sido cocinero antes que fraile, emigrante antes que trabajador en su propio país, conoce bien cómo la Europa de los mercaderes desea superponerse a la Europa social, en la que todos somos iguales. Una gran lección para quienes, como la derecha española, se opone a la subida de impuestos para quienes más ganan, porque ellos sobrepasan con creces los 60.000 euros anuales. Que paguen, como siempre, los trabajadores.

El mismo mensaje de la Europa de los mercaderes, dominada por la derecha, que desea imponer en España quienes aspiran a gobernarla; quienes, donde gobiernan aquí, hacen lo contrario de lo que predican donde no hubieren el poder. Ellos no fueron emigrantes, como Cercas, y aquí se olvida a menudo que media Extremadura fue también emigrante y considerada, por trabajadora, en aquellos países que les recibieron con las manos abiertas, pero con todos sus derechos sobre la mesa. Y aquí gobernaba la derecha de siempre: la de los terratenientes y señoritos que repartían el trabajo como limosna, que no pagaban, o no ingresaban, las cuotas sociales que los campesinos pagaban sin recibo a cambio e iban a sus bolsillos y, tras una vida entera de cincuenta años de trabajo, no tenían derecho a pensión, porque sus cuotas no llegaron donde debieren.

domingo, 26 de diciembre de 2010

UN TIEMPO SIN TIEMPO

Es siempre una excusa el tiempo para quienes no saben aprovechar el tiempo. Negaren unos su tiempo, como si no hubieren el suyo de vida. “Es que no tengo tiempo, te lo prometo”, como si pudieren negar la existencia misma de su tiempo. Dulcifican otros la brevedad de su tiempo: “Es que apenas tengo tiempo, amor…”, “llámame y quedamos cuando tengamos tiempo”. ¡Quién no hubiere tiempo en el que le otorgare su vida y su tiempo!

¡Cómo pasa el tiempo y no sujetamos el tiempo! Vivimos el tiempo sin tiempo, inconscientes de su fugacidad. El tiempo es vida y vivimos el tiempo sin vivirla; es oro el tiempo y se nos escurre entre los dedos sin aprehenderlo. Perdemos el tiempo porque nos dejamos llevar por él; nos acomodamos a él como si nos condujera por los abismos de la vida en una cabina del teleférico, conformistas de la ocasión, y perdemos el tiempo, el tiempo perdido, sin sacar provecho al tiempo.

Observad a esas familias rurales extremeñas que viven su tiempo y lo aprovechan a cada instante para llevar a los suyos el sustento de la naturaleza. Y cuando les quedare tiempo para el descanso, comen sentados junto a la lumbre que calienta la estancia; se cuentan sus historias y las leyendas de su pueblo tan amado; no necesitan matar el tiempo viendo televisiones que nada le dicen para matar el tiempo; no distrajeren tampoco su tiempo en juegos de azar, porque viven su tiempo compartiéndolo con quienes son parte de su vida y tiempo. Navidad es para ellos todo el año y no un día, una fecha en el calendario, porque los ciclos litúrgicos son incompatibles con los ciclos de la naturaleza y de su tiempo.

Pasa el tiempo, una década ya del nuevo siglo, y parece ayer cuando asumimos un nuevo milenio, un siglo nuevo de tiempo para los nacidos en el anterior y una vida toda para los nacidos en este. “¡Cómo pasa el tiempo!”, se dicen a sí mismos quienes no son conscientes de su fugacidad y de su tiempo.

Nos sobra el tiempo y buscamos tiempo para el tiempo. Solicitamos tiempos muertos cuando estamos en plena posesión del tiempo. Damos tiempo al tiempo y no nos llega el tiempo. Dejamos las cosas al tiempo y el tiempo nos devuelve a la realidad de nuestro tiempo. Jugamos con el tiempo y el tiempo nos deja fuera de tiempo. Anhelamos tiempo para matar el tiempo y nos mata el tiempo en su devenir…
Tiempo sin vida, vida sin tiempo, para vivirla en el tiempo que nos da la vida…, tiempo de nuestras vidas, vidas de nuestro tiempo, que nos dais la vida y nos os damos el tiempo…, al azar de la rosa de los vientos, norte del tiempo y sur, al fin, de nuestro tiempo, en el anochecer del tiempo…, cuando cada día amanece nuestro tiempo para aprehenderlo y vivirlo en la instantaneidad del tiempo, tan huidizo, escurridizo, fugaz…, como quisiere enseñarnos y no aprendemos porque no lo aprehendemos.

sábado, 25 de diciembre de 2010

UNA FOTO JUNTO AL REY EN EL DISCURSO DE NOCHEBUENA

Si algo ha sorprendido en el discurso de Nochebuena del Rey a los españoles han sido no solo las referencias ineludibles a los asuntos de Estado que nos ocupan y preocupan, sino la foto situada a su izquierda, por primera vez no tan familiares como el árbol y el portal a su derecha. La foto del Rey con la Copa del Mundo de fútbol en sus manos, junto al seleccionador y los jugadores, tiene un símbolo muy especial, como la llamada de atención que nos dirigió a la necesaria “unidad, responsabilidad y solidaridad para salir de la crisis”, en la que no caben “actitudes individuales ni colectivas de indiferencia o de egoísmo”.

El monarca quiso situar esa foto a su lado para hablarnos de concertación, de compromiso, de desterrar el desánimo para no dejarnos vencer por las dificultades, de determinación, de lucha por defender los intereses de España en el marco internacional y quiso decirnos, a la vez, que el año que termina “nos deja también alegrías, realizaciones y esperanzas, incluidos numerosos triunfos inolvidables en la historia de nuestro deporte”, como el Campeonato Mundial de fútbol allí presente, logrado con humildad, trabajo y sacrificio, lo mismo que le pide a la clase política, agente económicos y sociales para salir de la crisis.

Un campeonato del mundo, sea del deporte que fuere, no arregla nuestros problemas, aunque nos dé el orgullo y autoestima de ser y sentirnos más españoles alrededor de uno de nuestros símbolos nacionales: la bandera.

La crisis económica, a la que el jefe del Estado dedicó casi la mitad de su discurso, ha puesto de relieve, junto a los “desequilibrios y deficiencias estructurales que hemos de resolver juntos con eficacia y prontitud”, la pérdida de empleos, a los jóvenes sin empleo, el cierre de pequeños negocios, el esfuerzo de los asalariados, los desvelos diarios de millones de familias, a las que el Rey ha mostrado gratitud, “pues contribuyen al bien de todos”.

El monarca, que el pasado año hizo una llamada a la concertación de las fuerzas políticas y sociales, ha instado a seguir adelante “con empeño” y para “ganar la batalla al paro, mejorar en competitividad y productividad y volver a situar nuestra economía con visión de futuro en el pelotón de cabeza, manteniendo nuestra protección y cohesión social”, consciente de que, sin esos ingredientes, no crearemos empleo, y ha apelado, en fin, a lo que es capaz de unirnos a todos, como la selección de fútbol, pero que nos separa en el ámbito de la concertación y de las reformas necesarias para cumplir los compromisos de materia presupuestaria y de déficit.

El Rey dice lo que ha dicho y lo que hubiere de decir, lo que algunos no quisieren escuchar y los que otros no oyen porque se hicieren los sordos. “No hemos llegado hasta aquí para dejarnos vencer por las dificultades, para renunciar a construir un país cada vez mejor”. Ha apelado a desterrar el desánimo, a los compromisos de los nuevos tiempos “si queremos ganar el futuro”, y a los valores y virtudes cuya ausencia no es ajena al origen de la crisis.

No ha olvidado el monarca una lacra de España, el terrorismo, para el que ha pedido determinación, sin olvidar la solidaridad con las víctimas; el papel de España en el mundo y el de nuestras Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad, “que han sufrido la pérdida de compañeros que permanecen en nuestro recuerdo”.

“España en mi deber, pero también mi pasión”, ha terminado diciendo el Rey, que confía más que otros en “nuestra capacidad y fortaleza para dejar a nuestros hijos y nietos un país cada vez mejor”.

La foto de la unidad que nos condujo a la victoria deportiva constituye un marco especial para las palabras del monarca cuando nos invita a “mirar más allá, estimular ilusiones y fortalecer capacidades”.

viernes, 24 de diciembre de 2010

SOLEDAD EN NAVIDAD

Nunca como ahora duele tanto la soledad. Nunca tantos se encuentran tan solos cuando la mayoría está acompañada. Se sienten las ausencias más que las presencias. Las ausencias marcan la soledumbre de la Navidad. Cómo, con tanto amor presente, las ausencias emergen sobre las presencias. Cómo con la Vida que nace y que une se añora la vida ida, la ausencia presente, el amor perdido… El Niño-Vida se une a la vida presente en torno a la vida ausente; pero el sentido cristiano se ha quedado en el sentido humano. Y la humanidad está sola, triste, sin humanidad presente.

Navidad es la eterna pregunta sobre la noche, la noche del amor, abismo entre todas las noches. Nadie pregunta: ¿Qué tal anoche?, porque anoche no es la noche, una noche cualquiera de holganza y jolgorio. Es la pregunta y la respuesta esperada: Bien, en familia, tranquilo… Nochebuena sin familia y no se pregunta. Nochebuena con ausencias y se elude la mirada. La noche es frontera entre la vida y la muerte, entre el sueño de la vida y el sueño eterno, entre el amor compartido y la tristeza en soledad.

La noche acoge sobre su manto la sinfonía del amor y el llanto de abatimiento; pero hay dos noches al año en que la luz puede más que la noche: Nochebuena, o la noche del Amor, y Sábado de Gloria, o la noche de la Luz. Confirma la Navidad el amor del mundo y el deseo del amor participado, extensivo. ¡Ay de aquellos que, teniéndolo todo, no reparten amor! Para ellos, la noche de las noches no es la noche, ni buena, ni mala, una noche más, sin novedad en su frente. Recordarán quizás otras noches, cuando la noche les trajo otras vidas o les arrebató una vida; pero no la noche de la vida, la noche del amor.

Duele la soledad en Navidad más que ningún otro día del año. Navidad es la memoria resucitada; el año, el olvido hecho costumbre. Nochebuena es la sacralización de la familia y del consumo inhabitable en otros durante todo el año. La Nochebuena nos trae el recuerdo cuando todo el año es olvido. La Navidad es un paréntesis sin cierre, como una escuela permanentemente abierta en la que sus alumnos parecen encontrarse durante unas horas si todo el curso están juntos, pero alejados entre sí, como los que se fueron, como los que están; como quienes pretenden rescatar lo irrescatable: una soledad compartida, no amada; sufrida; anhelante, sabedora que el adviento por venir llegó, pero siempre habrá otro, a la espera de otros encuentros: el hombre con el hombre, la mujer con la mujer, los hijos con los hijos, siempre unidos, en el respeto y el amor proclamados en la noche entre todas, pero nunca cumplidos a satisfacción de todos, porque el amor de esta noche no es el amor del mundo, tan alejado de sí mismo que destruye la vida, la naturaleza, la esperanza, el amor mismo por el que un día vimos la luz.

domingo, 12 de diciembre de 2010

LA PRISIÓN DEL SILENCIO

El silencio no solo es la abstención del habla, la falta de ruido, la pausa musical; ni tampoco estar en silencio, calladamente, sin hacer ruido. Es, sobre todo, el efecto de no hablar o no manifestar algo por escrito, por imposición. Hay silencios impuestos y obligados. El primero presupone la censura; el segundo, la autocensura o la prudencia en el hablar. En ningún caso, el silencio subsume en sí mismo una abstención obligada del habla sin esos supuestos.

El silencio se impone por la fuerza, por miedo o por prisión, la abstención máxima de la libertad individual. En el Día de los Derechos Humanos, Reporteros sin Fronteras (RSF) celebró el XXI Día de apoyo a los periodistas encarcelados, en la actualidad 270 en el mundo, para evitar la “prisión del silencio”, “108 por divulgar informaciones molestas, reclamar respeto a las libertades individuales o negarse a someterse a la censura están en China”, según la vicepresidenta de la organización en España.

El silencio no puede molestar nunca porque en él vemos la luz que no nos llega, el habla aprisionada que no nos sale, el pensamiento oculto que celamos en la intimidad. El silencio molesta y duele cuando no nos permiten decir, por escrito o de palabra, la melodía del pensamiento.

La “prisión del silencio” no solo lo es de la libertad, quizá no del pensamiento, que vuela libre, sino de la palabra que atesoramos y que no dejan fluir porque duele la verdad a quien intenta silenciarla. El silencio aprisionado es el ave enjaulada, virgen de vuelo, no porque no quisiere, sino porque se lo impidieren los hombres que se consideran dueños de la vida, la libertad y la expresión de los demás. El pájaro enjaulado no pierde su canto entre rejas llamando a su pareja, trinando por su libertad, en ansias infinitas de vuelo y planeos de hablas sin fin. El hombre o la mujer enrejados por hablar o manifestar lo que sí debieren, aunque a otros molestare, supone la peor condena de todas: ni libertad para caminar, ni libertad para decir, ni libertad para proclamar el pensamiento creador. Todas las libertades enclaustradas en una sola, menos la del pensamiento.

La lengua es la norma; pero el habla es fluyente e inapresable. Podrán encarcelar nuestro cuerpo, pero jamás nuestro pensamiento, aunque sí nuestra habla. Al final, su habla será presa de su muerte, aunque en vida hubieren libertad para expresarse; pero, mientras tanto, la “prisión del silencio” no extrapola la libertad creadora, el pensamiento compartido, imparable, universal, globalizado. Ni dueños serán de sus silencios ni esclavos de sus palabras que, aun existentes, no se revelaren a oídos o vista ajenas.

Evocare a Pablo Neruda cuando hubiere la “prisión del silencio”:

“Yo que crecí dentro de un árbol
Tendría mucho que decir,
Pero aprendí tanto silencio
Que tengo mucho que callar
Y eso se conoce creciendo
Sin otro goce que crecer.”

viernes, 10 de diciembre de 2010

ADVIENTO DEL CORAZÓN

Qué espero de ti, ¡oh noche deseada!
Qué ansia sin más de tu mirada
Que sino, amor mío, de tu llegada.

Es tu venida mi llegada, adviento.
Tu corona morada ciñe tu aliento
En mis sienes danza mi afligimiento
De esperanza compartida de acogimientos.

Ven, no tardes, amado esperado.
¿O eres la amada en ti encarnada?

No demores tu llegada, pensamiento,
Que mi corazón espera tu calor
Tu alma entera y abrigamiento.

lunes, 6 de diciembre de 2010

LAS ÁGUILAS VOLVERÁN A VOLAR SOBRE EL NIDO DE LOS CUCOS

El cuco común es un pirata de nidos ajenos para depositar allí sus huevos; se comen los de otros e incluso sus crías; no construyen nidos, porque aprovechan los de otras especies. ¡Qué cucos!, aprovechados del trabajo y del producto de los demás.

Semeja esta situación la de los controladores aéreos que, siendo servidores públicos, y mirando exclusivamente su bien, chantajean al Estado y a sus compatriotas; dinamitan la libre circulación de los ciudadanos y su derecho al descanso; el negocio de sus empresas y de las agencias de viajes; colapsan el país como si estuviere en sus manos porque fuero suyo, aunque no lo fuere, como los nidos del cuco, y ponen en solfa la marca España ante Europa y el mundo. ¿Qué les importa a ellos sino su propio beneficio?

Días antes del gran “puente”, maquinan con la oposición el chantaje para debilitar al Gobierno y al Estado; se hacen con bajas laborales sin justificación para cubrirse las espaldas y, aun así, se presentan a trabajar, pero no trabajan.

En agosto de 1981, los controladores aéreos americanos intentaron chantajear al gobierno de los Estados Unidos con peticiones consideradas inadmisibles. En un alarde de autoridad, el presidente Reagan les dio 48 horas para incorporarse a sus puestos. Solo lo hicieron 11.345 de los 17.500. El resultado fue el despido fulminante de más de 11.000; se impidió que volvieran a ser contratados y a su sindicato le fue retirada la calificación para mantener su actividad. Reagan los reemplazó por pilotos militares y dio órdenes para formar lo más rápidamente posible a nuevos controladores.

Los controladores aéreos españoles han llegado demasiado lejos, hasta donde ahora les fue “permitido” por los directivos de AENA y por los sucesivos gobiernos. Con la presión sindical, han pretendido ser como los cucos: mandar en el espacio de todos, ocupar sus nidos a placer y comerse sus productos; pero este cuento ya se ha terminado. “El paro no les saldrá gratis”, como no debería salirles a los médicos que les han dado las bajas ni a la oposición, que continúa poniendo ruedas bajo los trenes de aterrizaje, para que las águilas no vuelen sobre los nidos de los cucos.

El “estado de alarma”, aunque haya sido el primero de la historia democrática, era, pues, una necesidad nacional, como ahora lo serán la sustanciación de los expedientes administrativos y penales, el pago de las indemnizaciones correspondientes a todos los afectados y crear un nuevo marco jurídico para un servicio insustituible del Estado, en el que sus actores no puedan volver a ser cucos para que las águilas no puedan volar. El Estado ni paga traidores ni puede aceptar un chantaje de similares características, aunque el PP se haya complacido con la situación y eche las culpas a quien no debiere; pero que tomen nota que ellos también se quedaron en tierra y no son Ícaros para volar solos sobre su propio espacio aéreo, porque sus alas de cera y sus lenguas de trapo darían con su humanidad en tierra.

sábado, 4 de diciembre de 2010

LAS LUCES NO LOGRARÁN APAGAR TU TIEMPO

De pronto, al pasar la última hoja del calendario, la había recordado como si fuere ayer. Su aniversario, recién cumplido, le haría frisar casi el medio siglo. Se preguntaría, como me hiciere un día, por la máxima de la vida, el corolario todo de una vida intensamente vivida, como si empezare otra nueva, o la cuenta atrás definitiva.

Callaba más que hablaba. Su corazón era un pozo de secretos tan profundo que no llegaren ni a él sus íntimos. Dueña absoluta de sus silencios, no llegaría a ser ni esclava de sus palabras. Recordaba los besos que le diere en su frente al llegar por las mañanas al trabajo, como si quisiere aprehender su pensamiento todo, y apenas si me respondía con una sonrisa prudente, escéptica ante mi mucho afecto. No la importunaba con preguntas que no pudiere contestarme.

Un buen día, sin saber cómo, la invité a un café. Dispuso las encomiendas precisas ante una ausencia breve. Pasaron los días y los cafés continuaron. Me escuchaba atentamente como si oyere al buen orador que no fuere. Todo estaba permitido; quizá solo los entresijos del trabajo eran un asunto vedado. Nos sentíamos cómodos. Mi mano tomaba la suya como la de una niña a quien, con el gesto, le transmitieres tu apoyo. La mano apretada, a veces los dedos entrelazados, me transmitían el coraje de su alma, la bondad de su corazón; pero no hubiere palabras que revelaren su estado de ánimo. Ni siquiera sonreía…

De regreso, le pregunté un día si la estaba aburriendo o, por el contrario, le descubría algo nuevo con mis peroratas. Me dejó fuera de juego: “No solo eso: me transmites serenidad, autoestima; me has enseñado a discernir lo importante de lo relativo, el valor de la familia, lo que es importante de lo que no lo fuere… “

--Pero… ¡si nada me dices…!

--¿Te parece poco? Mi mano sobre la tuya, mis ojos sobre los tuyos…

--El tiempo no pasa en balde, amiga mía. Pronto encenderán la luminaria navideña y, aunque las luces iluminen tu rostro, no lograrán apagar tu tiempo. Bébelo, consúmelo despacio, para que no te atragantes. Y procura no guardarte tantos secretos para tu tumba. Tendremos un año más muy pronto; las luces se apagarán hasta el próximo, pero tu rostro brillará más con la luz de tu alma y de tu corazón. Vive el día a día, porque el tiempo vuela solo, amor; pero nunca morirá tu recuerdo, aunque la vida nos separe en el memento de las manos unidas, del habla consumida, del tiempo vivido, ayer contigo, hoy sin ti y, aunque las luces navideñas se apaguen…, jamás se apagará nuestra memoria. ¿Y quién nos separó sin una palabra siquiera? Memoro aquella Nochebuena cuando me solicitaste: “Quiero tomar un vino contigo, a solas”, y nuestras manos se unieron de nuevo en la despedida, sin que los besos deseados se encontraran en la conversación inacabada, interminable, infinita, de nuestros espíritus, que un día se sintieren arropados, entendiéndose sin palabras, como en Cáceres y en Mérida, hoy iluminadas por la Navidad y por la luz de tus ojos, que viere aquí la luz de este mundo, pero se fue allí para no ser venerada, como la luz de santa Eulalia, cubierta por las nieblas de la naturaleza que subieren desde el Guadiana por estas fechas para cubrir la desnudez de su cuerpo en el martirio de la luz recibida…

martes, 30 de noviembre de 2010

PATRIOTISMO, PATRIOTAS, PATRIOTEROS…

Son más patriotas quienes, sin confesar amor a su patria, procuran su bien porque la aman más que los patrioteros, que alardean inoportunamente de patriotismo. La virtud del patriotismo no es exclusiva del patriota que lo vocea ni del patriotero que lo alardea. Se es patriota por pertenecer a una patria común, como son compatriotas quienes en ella conviven; pero el ser no significa ejercer. Lo somos, pero no ejercemos, como podemos ser católicos, pero no practicantes de nuestra propia fe.

El patriotismo es un sentimiento propio del patriota que, amando a su patria, desea y procura su bien. No es, pues, una conducta que pueda alinearse con una ideología. No es más patriota una persona de derechas que de izquierdas, ni hubiere por qué, como no fuere mejor cristiano quien, aun recibiendo los sacramentos, no diere el ejemplo que debiere por practicar su doctrina.

Qué une a quienes, considerándose a sí mismos patriotas, sino el amor por su patria, como a la pareja, y el deseo de procurar su bien; pero cuando nos une más una selección deportiva que un proyecto común, ¿podríamos hablar de patriotismo o, más bien, de patrioteros?

Acostumbramos a ser patriotas de boquilla, porque no tenemos el sentimiento ni ejercemos como tales, y al final devenimos en patrioteros, que alardeamos de lo que carecemos.

En una situación como la actual, los patriotas colaboran y arriman el hombro para sacar a su patria del atolladero por encima de las diferencias que nos separen, porque la patria es de todos, y todos hemos de procurar su bien; pero quienes se consideran en posesión exclusiva del patriotismo, no solamente no lo fueren, sino lo contrario, porque, alardeando inoportunamente de él, son capaces de colocar palos en las ruedas de sus adversarios políticos para que caigan ellos, y la patria si preciso fuere, con tal de salvar su alma electoral, en penitencia, antes que condenarse eternamente en el desierto de la oposición. Patrioteros del común que proclaman tener la exclusiva del patriotismo, cuando son capaces de poner en peligro su propia patria que dicen amar; falsos patriotas que no ejercen el patriotismo y pretenden dar lecciones sobre él. Ya lo dijo Jesucristo: “Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.” (Mat. 7:15-16)

domingo, 28 de noviembre de 2010

DE LOS DERBIS A LOS CLÁSICOS

Miren por dónde, por una extraña superposición, los derbis de toda la vida, ahora llamados por los voceros y escribanos deportivos “clásicos”, se “habilitan” al lunes en lugar del sábado o domingo, como siempre ocurriere, porque hoy se disputa otro gran clásico de la política española: las elecciones catalanas que, por otra parte, no decidirán el clásico de mañana entre los dos grandes rivales nacionales, mal que les pese a los nacionalistas, que superponen una parte de España a otra y habilitan el lunes para ello, para que el partido se dirima en libertad, como si hoy no la hubiere para votar y disputarlo, como en Londres, Nadal y Federer disputan de nuevo otro gran clásico, esta vez de tenis.

Desde que el maestro Lázaro Carreter nos descubriera el origen del vocablo con el que se aludía a las excitantes refriegas deportivas entre equipos que, por vecindad regional o local, se extasiaban en la espera, antes del parto, en el parto y después del parto, si el resultado fuere favorable a sus huestes, los derbis se asociaron no solo a la rival vecindad deportiva regional o local, sino a cualquiera que estuviere a punto de salirse de la tabla clasificatoria, bien fuere por arriba o por abajo. Así, los voceros deportivos no se refieren solo a los derbis Madrid-Atleti, sino al Barcelona-Madrid de mañana, o a cualquiera de los otros que pretendieren subírseles a sus barbas reinas, como el Valencia o el Villarreal.

Los derbis debieron su nombre al titular del condado británico del mismo nombre, que organizara en 1780 la carrera de caballos famosa mundialmente; el vocablo devino después en significar los encuentros deportivos, con especial señalamiento a los futbolísticos, que aunaren la pasión nacional con la refriega deportiva. El derbi pasó a ser, así, no solo el encuentro entre equipos de una misma ciudad, sino, por extensión, los partidos de gran rivalidad, aunque el combate no enzarzara a buenos vecinos que confraternizaban antes del encuentro para no “tensionar” más la disputa “calentada” por declaraciones fuera de tono de jugadores y entrenadores patrios y extranjeros, como se hiciere ”in illo tempore” a los reclutas que llegaren al cuartel y a quienes los veteranos, no de guerra precisamente, les dijeren, no como amenaza, sino por los muchos días de armas que llevaren encima sin comerse una rosca: “¡Bichos, vais a morir…!”; o como Juanito, en el túnel de vestuarios, se comiere con la mirada y con las palabras a sus adversarios.

Ahora, la rivalidad no es el derbi, sino el clásico, pero con idénticos significados de lucha, pasión, rivalidad…, como si la Liga fuere cosa de un partido, cuando aún no hemos llegado al ecuador de la misma. Qué pensar, si no, al final de la primera jornada, cuando aún quedan tantas para el final de la primavera, y los cronistas hablan ya de que tal y cual equipos se encuentran en zona de Champion; otros en zona UEFA; y los últimos en zona de descenso o promoción…, y la Liga no ha hecho más que empezar.

El clásico no es, en este caso, el autor que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier manifestación artística, aunque en cierto modo extrapolable lo fuere, por disposición, técnica, táctica, habilidad y maestría en el juego individual y de conjunto de los contendientes. El clásico es la estética del clasicismo, personificada en Xavi o en las “palomitas” de Casillas; el clásico es la estética de Iniesta o la habilidad de Messi; la mirada y la zancada de CR7 cuando enfila la portería rival; el estilo de Di Maria; la templanza de Ozil; el clásico es el estilo vistiendo fuera del campo y jugando en él; el clásico es el encuentro de quienes han entrado a formar parte de la historia y por ello son reconocidos en medio mundo, como Salomón por su ecuanimidad.

No importan los problemas que desvistieren nuestro estilo de cuerpo y alma: el clásico de mañana, como los de hoy, son de todos, porque todos somos de alguien; y la pasión nos vence, tanto en los derbis de ayer como en los clásicos de hoy y mañana. Los derbis principiaban ayer con los clásicos saludos entre Collar y Gento; los clásicos de hoy, con los abrazos de Puyol y Casillas, campeones mundiales y europeos de la cosa mientras lo fueren.

jueves, 25 de noviembre de 2010

BOTICARIO Y CABRERA, CONSUELO Y CÁNDIDO

No fueren placentinos de nacimiento, pero han honrado a la ciudad que les acogió. Han pacido tanto en ella que le dieron lustre expansivo. Nunca más acertado: uno no es de donde nace, sino de donde pace. Y su ciudad de acogida les acoge hoy en su seno, haciéndoles hijos adoptivos.

No nacieren lejos de ella; quizá la hubieren visitado antes de residir, de servirla y amarla, como lo hicieron.

Consuelo Boticario pertenece a esa generación de mujeres avanzada en su generación que dio un paso adelante, no para situarse delante del hombre, sino a su lado; realizarse profesionalmente y servir a la sociedad. Natural de Cañaveral, Boticario es doctora en Farmacia por la Complutense, en un tiempo en que el citado grado académico lo poseían pocas mujeres. Fue profesora en la UNED hasta que, en 1996, le propusieron fundar una extensión de la citada universidad en Plasencia. La doctora Boticario cumplió el encargo y expandió la UNED hasta Cáceres, Navalmoral. Trujillo y Coria, unas extensiones que, como el propio centro asociado placentino, ha permitido que muchos jóvenes puedan cursar los estudios universitarios que desearen, pero que no podían por razones laborales o económicas. Implantó los cursos de verano, a los que cada año acuden numerosos estudiantes e investigadores. El Centro Asociado de la UNED en Plasencia es ya un referente cultural, como lo es el Centro Universitario adscrito a la Universidad de Extremadura. No es casualidad que sea una de las pocas mujeres extremeñas en poseer la Medalla al Mérito en el Trabajo.

Cándido Cabrera, aunque nacido en Talaván, vive en Plasencia, ciudad de la que llegó a ser alcalde en 1991, el primero por el PSOE, hasta julio de 1995. Su imbricación con la ciudad ha sido tal que ha llegado a participar en sus asociaciones más representativas: la Unión de Pescadores, presidente de Placeat, la cofradía de la patrona… y el ayuntamiento que presidiere. No nació para la política, pero quienes le invitaron a que diera el paso, asumieron también que era un gestor, como en su fábrica de aceite, y fue ese matiz, llevado a la política, el que le hizo ser un alcalde reconocido por todas las fuerzas políticas, como pudo verse en dos ocasiones: cuando poco antes de dejar la Alcaldía inauguró la estatua del rey fundador de la ciudad, Alfonso VIII, frente a la Puerta del Sol, acto al que acudieron varios miles de personas, y a la cena de homenaje, a la que acudieren unas cuatrocientas personas de todo el arco parlamentario.

Ciudad benéfica y acogedora, Plasencia recibe mañana jueves como hijos adoptivos a quienes lo fueren desde hace años por méritos propios: Boticario y Cabrera, Consuelo y Cándido. Nunca como hoy rubrica, una vez más, los títulos que enarbolan su escudo y leyenda. La política del día a día es también reconocer a los hijos que sirven a la ciudad, como parte de su alma, sin serla de origen, sino de corazón. Desde su fundación, Plasencia tuvo alma y corazón. En 1996, el periodista Juan Manuel Cañamero le dedicó un libro: “Cándido: perfil humano y político de un alcalde de Plasencia” (Diseño Gráfico S. L, Plasencia, 1996), en cuyo prefacio, titulado “Olvido y perdón”, el autor de estas líneas concluía diciendo “La clemencia es la virtud del justo; el olvido, el descuido de los desafortunados.” Plasencia ha sido, una vez más, clemente e indulgente, y no olvida a quienes le hicieron, y siguen haciéndole, el bien.

domingo, 21 de noviembre de 2010

ENTRE VANIDAD Y MODESTIA

Si por elegir fuere, nos alinearíamos siempre con la modestia como virtud antes que con la vanidad como arrogancia. La modestia es el exceso por menos; la vanidad, el exceso por más. La modestia modera, templa, y regla la política exterior del hombre; la vanidad, lejos de ella, nos revela el fracaso de nuestra política interior, arrogante, presuntuosa, envanecida, incapaz de ver nuestra propia caducidad y la de las cosas de este mundo: vanitas vanitatis et omnia vanitas (vanidad de vanidades y todo vanidad); pero, a veces, “la modestia daña más que favorece”, dice Azorín (El Político, XXVIII).

Tendemos a ser más vanidosos que modestos. Obramos más con la vanidad como bandera que con la modestia como virtud. Los vanidosos afloran en su arrogancia palabras inútiles, vacías e insustanciales. La ficción de su fantasía es tan vana como su presunción.

El hombre y la mujer modestos conjugan en sus actuaciones no la pobreza que les fuere propia, sino que, conteniéndose en los límites de su estado, cierran sus fronteras a las del engreimiento o de la vanidad. Los vanidosos, “de sabios hacen gala quien no se admira de nada”; “la vanidad es el amor propio al descubierto y la modestia, el amor propio que se esconde”, según Fontenelle. Los modestos dicen cuanto sienten y ofrecen lo poco que hubieren; los vanidosos son arrogantes y mentirosos hasta en la declaración de su patrimonio material que fenecerá con su vida, como si su nombre prevaleciere sobre su ser, como el hábito que no hiciere varones ni mujeres sabios por el hecho de vestirlo. Los modestos aspiran solo a pasar inadvertidos porque, en la modestia de su templaza, reina el silencio de la sabiduría.

Se cree sabio el vanidoso y analfabeto, sin serlo, el modesto, cuando es más listo el que dice no serlo que quienes se envanecen en proclamarlo. “En boca del discreto, lo público es secreto”, pero “bajando se sube al cielo”.

En cierta ocasión, un modesto hombre de pueblo extremeño se autoinvitaba a una matanza en la que participare todo el vecindario para ayudar a uno de los suyos. Deseaba compartir un rato con ellos con tal motivo, y apenas tomar un vinito con unas olivas; pero la modestia de los anfitriones fue muy superior a la de quien solo aspiraba a conocerles. No podían atenderle ese día. Su modestia era tan grande que se veía superada por la presencia de quien anunciare su visita, que no fuere, por otro lado, nada vanidoso. Quizás otro día, le dijeron. Todo sencillez, naturalidad y modestia; la menor que vence a la mayor.

Observad en esos campesinos la pureza de la modestia frente a la vanidad de la ciudad. Mirad en esos concejales y alcaldes de pueblo que trabajan sin afán de notoriedad por mejorar sus condiciones de vida; que no pretenden, ni buscaren para sí, otro sueño, en su modestia, que hacer más habitable su pueblo; y si sueños hubieren, serían pesadillas ante los muchos problemas que se les impuso y asumieron en la gobernanza de su pueblo. La modestia impera en el pueblo; la vanidad en la ciudad. No solo en Las Hurdes, Ana María y su hija Alba sintetizan la modestia; en el Valle del Jerte, una alcaldesa anónima subsume su propia fe entre sus paisanos cabrereños, una fe de plata en un paisaje de plata, como ella misma: Fe Plata, dejando su pueblo como los chorros del oro.

jueves, 18 de noviembre de 2010

EL SILENCIO CÓMPLICE

No fuere solo, pero el silencio es tan cómplice como la palabra oculta. No habla el silencio, ni denuncia. Calla, y no otorga, un sufrimiento físico y moral, antesala de la muerte; una violencia que produce insomnio, pesadillas, fobia, ansiedad, agresividad… El silencio cómplice no perdona: acentúa el yerro del perdón ante el agresor; reproduce el rol machista frente a la libertad; cierra puertas a la protección de los débiles.

Una sociedad silenciosa, no silenciada, es también cómplice de la violencia de género. El silencio de la víctima anula el coraje y la valentía de otros, las leyes que los protegen, a los jueces que las aplican; el compromiso de los más frente a quienes apoyan, por complicidad también, las falsas ideas de un maltrato inexistente por falso.

Frente al silencio, el habla; frente a la agresión impune, la denuncia. La complicidad del silencio da alas a los agresores; es el mejor cómplice de los maltratadores; les da impunidad, amplía el horizonte de su libertad para seguir matando y cometiendo actos violentos. El silencio cómplice no es solo de las víctimas, sino el de todos, porque todos somos cómplices del silencio que la genera.

La historia no justifica por sí misma la situación. La cultura machista es heredera de unos roles sin sentido en el mundo actual, ya fueren sociales, familiares, psicológicos o religiosos. La mujer y el niño son parte de nuestra vida, y nadie puede arrogarse para sí ni la propiedad de su vida, su libertad o sexo. Atentar contra ellos es atentar contra nosotros mismos, la sociedad entera, el Estado de Derecho, la libertad y dignidad del ser humano, que lo fueren en igualdad de derechos que nosotros.

No más silencios, no más complicidad. Sí más habla, más denuncias. No más espacios impunes; sí más castigos para los agresores. No miremos para otro lado, porque seremos también cómplices de un mundo que, para lo bueno y lo malo, también es nuestro. Como nuestro silencio, nuestra complicidad, nuestras víctimas… ¿O acaso no son ellas, nuestras también?

domingo, 14 de noviembre de 2010

“PAPÁ: QUIERO SER CAMPESINO EN EXTREMADURA”

No ha llegado aún el alba cuando Carlos enciende la chimenea de su casa: unos palos delgados de la poda de los olivos y otros más gruesos palos de encina. La luz ilumina la estancia de esta humilde casa de pueblo extremeño, donde nadie tiene mucho y todos tienen algo. En silencio, para no despertar a su compañera e hijos, este humilde campesino lee los correos de amigos, compañeros y camaradas que le cuentan sus afanes de lucha diaria, que comparten con él sentimientos y pensamientos, porque saben que les entiende y que les responderá con la sabiduría que atesoran los hombres que viven de la naturaleza, que nada desean saber de los mercados ni de las trampas que les tejen como telas de araña.

Mientras acaricia a su perrita, que pronto parirá cachorritos, piensa en estos hombres y mujeres preocupados por el futuro de sus hijos, en el dinero que no atesoran, en el préstamo que no hubieren ni necesitaren, porque su tierra les da vida. Huye de la televisión, porque no desea que le confundan el pensamiento de libertad que aún navega por sus venas, tan hermosa como su trabajo sencillo, tan feliz al ver cómo crece la planta para alimentar a su familia.

También este hombre de pueblo, que quisiere para sí que su cuerpo fuere tras su muerte semilla de eternidad o estiércol para una rosa, está preocupado por el futuro de su hijo, que no desea la educación convencional. Quiere ser libre, como las aves y animales del campo; desea seguir la estela de su padre, a quien le inquieta: “Papá: quiero ser campesino, como tú.” Quizá no hubiere oído nunca estas palabras, ni las esperare de su hijo. Con su edad, tampoco él se hubiere planteado el futuro porque, a la sombra de su padre y de los sabios del pueblo, creció en un ambiente de libertad y trabajo, que no necesitare otro interés que el producto de la tierra labrada con amor.

No se atreverá a contradecir a su hijo, indicándole otro futuro que más le enorgulleciere. Hubiere oído a sus mayores decir en alguna ocasión: “Hijo, tienes que labrarte un porvenir…” Y cuál mejor que la tierra donde habita que le diere la suficiente libertad, trabajo y frutos para vivir con poco, pero con dignidad. Ha visto a su padre trabajar sin desmayo, desde el alba hasta la anochecida, labrar la tierra para llevarles alimentos a casa, como las aves del cielo a sus crías; le ha visto descansar cuando estaba cansado; conversar con su familia y los vecinos como no se hiciere ya en la ciudad. No atesora dinero en los bancos, porque ni falta le hiciere, sino en su corazón. Su vida no figura en la etiqueta de los productos que cosecha, ni su sudor, ni sus muchas horas de trabajo.

Reflexiona sobre el consumismo desmedido que ahoga a hombres y mujeres y sobre los deseos de su hijo. Escucha a John Lennon en su “Imagine” y se deja llevar por un sueño que rompería fronteras y uniría a los hombres y mujeres de buena voluntad.

“Imagina que no hay posesiones
Quisiera saber si puedes
Sin necesidad de gula o hambre
Una hermandad de hombres
Imagínate a toda la gente
Compartiendo el mundo.”

En breve, el alba llamará a su puerta. Toma un café de puchero y una rebanada de pan con aceite. Su perrita posa sus piernas sobre sus rodillas, a la espera. No necesitará aquí correa para que ella pasee feliz, al lado de su amo, por los caminos helados del otoño. Observa los prados vacíos, cercados por paredes de piedra que delimitan la pequeña propiedad levantada por sus abuelos. Le satisface ver ese paisaje donde sus vecinos todos hubieren una viña, un olivar, una suerte de encinas. Se ve a sí mismo rico el campesino porque hubiere dos “nóminas”: su trabajo y el silvestre que le brinda la madre naturaleza. Y ahora se para un instante; la perrita le mira y se agarra a sus pantalones para darle su apoyo. Piensa en las palabras de su hijo, inéditas en el mundo exterior: “Papá: quiero ser campesino, como tú.” Huele a tierra mojada y a hogueras encendidas en el pueblo. Su alma se enciende con el cambio de colores de la naturaleza, que apelan al ciclo de la bondad productiva. El otoño es mágico en el Ambroz y en estas tierras de Granadilla, donde la vida transcurre plácida, amorosa, vívida y vivida a cada instante.

No hubiere más libertad ni paz en Extremadura que en sus pequeños pueblos solidarios, aún humanos y felices, con sus servicios mínimos imprescindibles, y con el pacto sin firma de la solidaridad de sus hombres y mujeres. “Aprenderás junto a mí, hijo, el oficio, como yo lo aprendí de tu abuelo. Respeta y cuida a la naturaleza y a los animales, que ellos te darán lo que no encontrares en otro lugar. Ama a tu familia como a ti mismo, y serás feliz en este paraíso en el que viste la luz…”

lunes, 8 de noviembre de 2010

LA SOLEDAD DE UNA MUCHACHA SOLA

Había pasado casi veinte años de su vida en la ciudad estudiando; y ahora regresaba al pueblo. Se había formado para estar en otro mundo y ese mundo la rechazaba. Veinticuatro años de vida y vuelta a la soledad. Apenas la advertencia de su ser en la casa límpida, en la verbena de fiesta, en el amor de los suyos. Mujer pobre, no pobre mujer; persona en la soledad de sus sentimientos; rica en saberes y pobre en el vivir en el hogar de sus ascendientes. Vive sin vivir para sí; piensa sin pensar en ella; ama sin ser amada; se entrega sin nada a cambio. Ha sufrido esta muchacha sola los ajustes todos impensables en un ser. No tiene rentas, pero su trabajo renta, aunque no tribute. Ha vuelto al pasado inesperado cuando estaba a las puertas del futuro.

Nada pide ni solicita y apenas recibe. Cenicienta de su medio, no conocen sus manos otra mano que los objetos sencillos, cálidos, perennes, de su casa, siempre relucientes, fúlgidos, brillantes. No brillan su rostro ni brazos ni piernas, vírgenes de cremas o ceras. No hubiere tiempo para llorar su soledad en la soledad de su tiempo. Vive, ama y espera. ¿No merece esta joven mujer, esta muchacha sola de pueblo, el recuerdo de un político, el aliento solidario, el amor no solicitado, la justicia social no invocada?

Sufrida y valiente muchacha sola: no te sientas sola; busca otro futuro desde tu presente de soledad; ábrete al mundo que es tuyo; pero no te dejes engañar por el mundo que no es tuyo.

domingo, 7 de noviembre de 2010

EL PUDOR DE LOS IMPÚDICOS

Es más impúdico el pudor del alma que el pudor del cuerpo. El pudor impide mostrar el propio cuerpo, hablar de sexo, pero también ocultar la intimidad del pensamiento por pudor. El pudor está en la mirada, en la palabra y en los gestos; protege la pureza y la intimidad. El pudor es un sentimiento y una pasión del alma. El pudor es decoro, recato, honestidad, honra, modestia, virtud… Sus antónimos son la impudicia y la desvergüenza.

No hemos perdido el pudor del cuerpo, porque no deseamos descubrir nuestra intimidad; pero hemos perdido el pudor del alma en la impudicia del lenguaje, del comportamiento, de los gestos y del respeto hacia los demás. El pudor es tan masculino como femenino. El pudor se expresa en la casa como habitáculo de la intimidad que no es extrapolable al resto; el pudor reside en el miedo al cuerpo desnudo, como si diéremos posesión a los demás de lo más íntimo de nuestro yo; el pudor existe en el lenguaje, que nos impide expresarnos para hacer públicos nuestros sentimientos, estados de ánimo y debilidades.

El pudor es un sentimiento, pero más lo es la impudicia, la desvergüenza de quienes no hubieren pudor alguno en sus actos, gestos y palabras hacia los demás y, por impúdicos, carecen de vergüenza. El pudor habitúa a mentir; a no expresar los sentimientos y pensamientos o a decir lo contrario de lo que se piensa con intención dolosa.

El pudor no tiene ideología y, si la hubiere, estaría más cercana a la izquierda que a la derecha; residiría más en la casa del pobre que en el palacio del rico. El pobre tiene pudor porque en su alma y corazón residen la honestidad y la virtud; en los del rico, impera la desvergüenza de la mentira, la impudicia de la avaricia, el pecado de la soberbia. El pobre se alinea con la izquierda porque no hallará quien le defienda en la derecha, que todo lo quisiere para sí. El pudor del pobre es modesto; el del rico yace en la desvergüenza de su vanidad. El pobre de izquierda manifiesta sus sentimientos; los ricos de la derecha mienten por el pudor que no hubieren a descubrir sus proyectos. Mienten porque no tienen pudor, pues, aun vistiendo su cuerpo con trajes regalados, niegan la evidencia de su impudicia. Pretenden engañar y asustan a los pobres y a los viejos con que los otros les rebajan sus pensiones o les retirarán sus ayudas, cuando las pretensiones que ellos ocultan van más allá de lo poco que revelan. No desean la igualdad, porque se avergonzarían de tener a un pobre sentado a su mesa; no quieren la educación ni la sanidad universal, porque nos igualaría a todos. La libertad de elección que pregonan pretende anular los derechos de todos,

La impudicia de la derecha no reside en el pudor que se le supone, sino en la impudicia de lo que se calla. No fueron ellos quienes otorgaron las pensiones no contributivas a quienes, tras trabajar toda su vida, llegaron al final de su vida activa sin nada, porque otros no hubieren pudor para contribuir por su trabajo a la caja común de todos.

En el silencio de los pobres radica el pudor, porque su honra cubre su cuerpo y su alma; en el de los ricos, más que pudor, reina la desvergüenza de un habla que dice lo contrario de lo que piensa y predica.

lunes, 1 de noviembre de 2010

LOS TRES ÉXODOS DE GRANADILLA

No elegimos dónde nacimos; quizá sí dónde morimos. Nacer, transitar, morir. Ver la luz, crecer por las luces hasta que se apague nuestra luz. De la Bruyère cifró en tres los acontecimientos importantes de la vida: nacer, vivir, morir. “No sentimos lo primero, sufrimos al morir y nos olvidamos de vivir”, sentenciaba.


Como la villa perdida, Granadilla, en la provincia de Cáceres. Nacida por la luz de los árabes; crecida por las luces judía y cristiana, muerta por el destierro obligado de las aguas. Su destino pareciere escrito desde su fundación misma: nacer en Granadilla y morir en cualquier parte… Los fundadores, por la Reconquista; los judíos, por el Edicto de los Reyes Católicos; los cristianos, por la expropiación forzosa del franquismo. Expropiados todos por decreto; exiliados a la fuerza. Hubimos pueblo para nacer y crecer, pero no para morir. Y fue una tierra para vivir y morir, en la que vivieren, se desarrollaren y murieren generaciones de hombres y mujeres; pero los tres pueblos que un día vivieren unidos, fueron desterrados. Vimos una luz sin sentirla, sí; nos dio esa luz más luces para vivir, y sufrimos su muerte en vida, por no morir en ella, porque otros hombres eligieren para nosotros el éxodo, la partida hacia otra tierra, Nuestra luz perdida hasta que nuestra propia luz fenezca, dónde, en qué otro pueblo o tierra que nos acoja por el capricho de unos hombres que nos robaron nuestro paisaje, sin tierra labrantía para vivir, sin agua para beber, ni río para pescar, ni campos para cazar, nuestro caminito de las afueras perdido, la resolana robada…, mi burrito “Platero” allí dejado, para servicio de los últimos, sin ir nunca más montado a sus lomos por los caminitos de piedras hasta Zarza…


Granadilla, el pueblo de los tres destierros y los tres éxodos de las tres culturas que lo habitaren. Un pueblo para nacer y vivir, pero no ya para morir; pero “lo que hayas amado quedará; solo cenizas el resto”, dice san Agustín. No se olvida lo que se hubo amado, la tierra en la que viste la luz primera, y tantas luces que te cegaron la vista, hurtadas definitivamente a nuestra luz de cada día; pero, dónde ahora sus cenizas, lejos de la patria chica que te diere la luz que te apagaron para siempre; esparcidos, como nuestros hermanos judíos, por todo el mundo, en un éxodo que nos liberó de la esclavitud de la tierra, pero sin tierra ahora que amasar para que te dé sus frutos; la chiquitía perdida de nuestra infancia, con los calvotes, los membrillos y las granadas que nos alegraren la víspera de difuntos…


Volvemos a ti, vieja Granada, más que para recordar a nuestros difuntos y orar por ellos, y lo hiciéremos, para mirarnos en el espejo del paisaje perdido: la escuela de nuestras primeras letras, la plaza de nuestros juegos infantiles, el castillo de nuestros escondites, las murallas de nuestra defensa, las moreras de la plaza a cuya sombra cobijáramos los sueños del futuro, todo perdido por el apresamiento de las aguas que te dejaron casi aislada.


No repicaremos las campanas por los difuntos en la madrugada de su día; por aquellos inhumados en el viejo cementerio y cuyos restos, que nadie reclamare, fueron también comidos por las aguas, las que a otros dieren vida y a nosotros la muerte. No lloramos por nuestros deudos ni por la tierra perdida que no nos permitieren defender, como a sus fundadores, los árabes. Lloramos por nuestro destierro forzoso, por la inhumanidad con que lo llevaron a cabo; por quienes, en su partida, no volverían la vista atrás para evitar el llanto por la tierra perdida, sin retorno nunca más al paisaje en el que vimos la primera luz; la pena y el dolor aprisionados para siempre por lo que amamos y sufrimos; lo que hoy, al verte de nuevo, sentimos, tierra amada que viere el éxodo de sus tres culturas, sus vidas en otros mundos a la espera de otra tierra que acoja su descanso eterno...; la despedida sin retorno en esta vida, en la que muchos familiares no volvieren a verse jamás, separados por su triste sino; en nuestros oídos, como una invitación olvidada, el “ite, misa est” (idos, la misa ha terminado); marchaos y no volváis, porque nada será ya vuestro, excepto vuestro templo y el cementerio, vuestros lugares de vida y muerte; memorando la bíblica lealtad de Rut a Noemí: “Iré a donde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras y allí seré enterrada. Que el Señor me castigue más de lo debido si logra separarme algo de ti que no sea la muerte.” (Libro de Rut, 1-16); pero nos separaron en vida, como nos disgregará la muerte para siempre, porque nuestro pueblo dejó de serlo por el éxodo, aunque guardemos la lealtad de Rut a Noemí.

jueves, 28 de octubre de 2010

SUBJETIVIDAD VERSUS OBJETIVIDAD

El ser humano es subjetivo más que objetivo. La subjetividad nos circunscribe a nuestro mundo de pensamientos y sentimientos, y no al objeto de nuestro deseo. La objetividad abre el mundo de la subjetividad. El sujeto objetivo es desinteresado, desapasionado; el subjetivo mira su ego; el objetivo se expande más allá de su yo. ¿Es objetivo el ser que, pretendiendo serlo, antepone la subjetividad a la objetividad; su ego a los demás? Fueren novios eternos y no matrimoniaren subjetividad y objetividad. Aprisionado en su subjetividad, el sujeto no ceja en su pasión. Antes le pueden sus sentimientos que su desinterés. ¿Se puede ser objetivo, sin perder la subjetividad, o esta está reñida con aquella?

La pasión es aliada de la subjetividad y enemiga de la objetividad. Un político, que no debiere ser más subjetivo que objetivo, se alinea con el interés particular antes que con el general. Prefiere que su partido gane las elecciones aunque pierda España. Como el forofo madridista que, sin manifestarlo, preferiría que el Villarreal ganare la Liga antes que el Barça, aunque la perdiere su equipo. El ser objetivo no es el de los políticos que miraren antes el interés electoral particular que los objetivos de su país hacia los que se dirigen sus programas y políticas. Más objetivo es quien prefiere acertar la quiniela, aunque pierda su equipo, que perder el premio porque ganare el adversario, a quien daba por perdido. Hay políticos tan subjetivos, como los del PP, que prefieren que no salgamos del pozo de la crisis y que el paro no baje, porque ese será su pasaporte para la Moncloa; es decir, que pierda España, pero que gane yo; que pierdan los débiles, que nos robaron el poder, para ponerse a nuestra altura y mirarnos sin complejos.

Quienes no descubren sus cartas, temen perder el objeto deseado; son subjetivos, nunca desinteresados. El poder debe ser desapasionado en sí mismo, aunque apasionado en el quehacer, como el deportista o aficionado que acepta la derrota con deportividad y la victoria con humildad. Guardiola ha sido humilde en la victoria y confiado en la derrota, como afirma Puigverd; Del Bosque subrayó en su discurso de Oviedo la humildad como clave de la victoria de España en el Mundial, la objetividad del equipo frente al ego subjetivo; pero Rajoy no ha sido deportivo en la derrota, que no aceptare nunca, y por ello se siente despechado ante la victoria que ansiare. Subjetividad versus objetividad. La objetividad es que España gane, aunque Zapatero pierda, como él mismo proclama; la subjetividad es para Rajoy que gane yo, aunque pierda España, sin más argumentos que la propia subjetividad que la hace zozobrar en el discurso político que no hubiere. Por eso, su espera será larga, porque antepone los sentimientos subjetivos contra los intereses desinteresados por la amada: España, una pasión objetiva y no un interés subjetivo.



lunes, 25 de octubre de 2010

GEXTOS Y CONTEXTO

Todo gesto, como el texto, tiene un contexto. El gesto es la mímica del ánimo, Traduce sin palabras el afecto del corazón. Cuando no hay palabras, o sobran éstas, un gesto vale por mil. A veces, el gesto es más necesario que la palabra, más preciso y conveniente. Hay momentos en que el contexto exige el texto; otros en que la palabra debe prevalecer sobre el gesto. La palabra vacua ha eliminado el gesto como expresión del ánimo. Se habla a voces, y a la vez se gesticula, pero la palabra mata el gesto del agente al prevalecer sobre aquel. Solo, el gesto es tan expresivo como la palabra. Hemos perdido la cultura del gesto en la cultura de la comunicación-incomunicación, de la insolidaridad, del egoísmo. Solo percibimos los gestos interesados. Un gesto cariñoso nunca está fuera de contexto. Quienes están fuera de contexto son quienes rechazan un gesto amable que un día invocarán, aun de otros.

Zapatero y Del Bosque, en Madrid y Oviedo, han aunado gestos no por esperados, humanos y solidarios, que todo el mundo ha aplaudido y reconocido; sin embargo, el alcalde de Valladolid, el presidente de la federación asturiana de fútbol; y el del Dr. No en Cáceres, al desear enterrar en una bolsa de basura un proyecto frustrado de toda Extremadura, son reprobables porque están fuera de contexto. Los gestos son exclusivos de los grandes capitanes; el contexto está en la tropa que, reconociéndolos, los hace suyo. Solo así, gestos y contexto completan el maridaje perfecto del vino y los alimentos en una unión que dijere más que mil palabras porque, como la igualdad, nunca estará en la letra del boletín, sino en el alma y corazón humanos que, si no la hubieren, estaría fuera del texto, sin contexto ni maridaje para hacerla efectiva.

domingo, 24 de octubre de 2010

LA M UJER QUE DESNUDABA SU CUERPO EN EL ALMA DE SUS LETRAS

No acostumbrare a desnudar su cuerpo sino en la intimidad velada a la mirada ajena; menos aún su alma. Lo primero lo intuía, aunque lo desconociere en las formas que le diere la naturaleza; lo segundo lo velaba con mil tules que no dejaren traspasar ni los rayos del Sol. Solícita en la petición del desnudo del alma ajena –cuéntame; díme: cómo te has enterado; sigo esperando tu llamada…--, ella se obstinaba en no desnudar su alma porque supondría más aún que descubrir su cuerpo. En el alma guardaba celosamente todo su ser que le diere vida: el saber acumulado, la experiencia servida, los amores y desamores vividos y sufridos, los silencios guardados, la palabra por decir, el pensamiento por descubrir… Su alma era su otro yo, celosamente guardado más que el cuerpo vestido. Observare su cuerpo y no viere en él más diferencias sustanciales que en los otros mortales; sin embargo, el alma, su alma, era única, singular, más aún que el cuerpo que, aun siéndolo en sus huellas dactilares, era universal. No mostrare, por ello, tanto pudor en descubrirlo como su alma. Es más difícil reconocer el alma que el cuerpo cuando se ha perdido la comunicación íntima que desvelare el pensamiento todo; no el lenguaje encriptado en el ordenador, solo para sí, ni el subsumido en el alma de un sms, las letras perdidas en el sudoku del alma…, la confianza traicionada, la conversación como autovía al conocimiento del alma.

Miguel Ángel, tras pintar el Juicio Final en la Capilla Sixtina, fue objeto de disputa con el cardenal Caraza y el embajador de Mantua, monseñor Semini, quienes acusaron al artista de inmoralidad y obscenidad, y organizaron una campaña para borrar sus frescos. El maestro de ceremonias papal, Biagio da Cesena, estimó vergonzosas tales figuras en lugar tan sagrado. Miguel Ángel le representó, entonces, en el fresco como Minos, el juez del infierno; se quejó al papa y este le respondió que su jurisdicción no incluía el infierno, y el retrato se mantuvo. Más tarde, los genitales del fresco fueron cubiertos por Daniele da Volterra, quien se ganare por ello el sobrenombre de Il Bragettone (“El Pintacalzones”).

Son los inquisidores de hoy, hijos de los de ayer, quienes ven como obsceno lo que es natural, el cuerpo humano, y tienden a tapar, y ni siquiera por encargo, los genitales de vergüenzas ajenas, que no hubieren los demás. No avergüenza el propio cuerpo ni el alma que atesoramos, porque no hubiere jueces con jurisdicción sobre ellos ni “Bragettones” bastantes para impedir su visión contemplativa.

Nuestra señora, libre de prejuicios del pasado y confiada en el corazón y alma de su interlocutor, se liberaba mediante la palabra escrita en el alma de sus letras. No hubiere necesidad alguna de desvestir su cuerpo porque lo hiciere en su alma. Veía “El lago de los cisnes” y se recreaba en el pentagrama escribiéndote la historia de Sigfrido, la ruptura del amor eterno solamente en la noche y el desencantamiento del hechizo.

Háblame, amor; no dejes de hablarme; continúa escribiendo tus notas en el pentagrama de la vida; habla; no te calles lo que hubieres de decir, mientras las notas de nuestro confiado amor se desgranan en las letras que te escribo nacidas de mis sentidos. Escucha cómo vibran mi cuerpo y alma, fusionados en el do, re, mi, fa, sol… del pentagrama que nos une. Escribe mientras suena la música de fondo; las letras que nos atraen, la música que nos enamora, en el silencio de la palabra, pero con ella escrita, en la que veo la desnudez de tu alma; a ti misma, prenda, sin necesidad de observar tu cuerpo, mortal, frente a la trascendencia de la inmortalidad de tu alma. Desnúdame tu cuerpo en el alma de tus letras, que el tiempo se acaba y nuestra palabra, si no fuere escrita, no será eterna. Como tu alma, amor; acaso como tú misma en los valores de tu alma desvelados en tu palabra...

domingo, 17 de octubre de 2010

LOS DOS CORAZONES DE RAQUEL

Raquel Bravo, hija del fallecido alcalde de Carbajo, charla con el alcalde electo y sus compañeros de grupo.
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En las estribaciones de la Sierra de San Pedro, en el pequeño pueblo de Carbajo, hace un día de primavera. Apenas se ven vecinos por las calles en un día que para nadie fuere festivo ni de gloria. Se trata tan solo de continuar el camino que abriere Manolo, de nombrar su sucesor conforme a ley. Ha pasado ya el luto impuesto por sentido. El ayuntamiento está en obras de remodelación. En un aula del grupo escolar se hallan provisionalmente sus instalaciones. El alcalde en funciones y el secretario, a la espera de la hora señalada.

Han llegado los hijos del anterior alcalde y han entregado a Quico y a Dionisio una agenda no personal de su padre para que ellos revisen los asuntos pendientes; le han devuelto algunas notas de carácter político-administrativo y el móvil municipal. Hasta en casa trabajaba Manolo por su pueblo.

La sombra de Manuel Bravo está presente aún como una losa que impone silencio. Apenas una veintena de personas sigue el pleno, entre ellos sus tres hijos.

A la hora señalada, están todos en sus puestos. Lee el secretario los motivos de la convocatoria extraordinaria y recuerda a los concejales las disposiciones legales. Toma posesión su sustituto como concejal. Comienza la elección de alcalde. Recuerda el secretario quiénes pueden presentarse al encabezar sus correspondientes listas. El portavoz popular, en una actitud que le honra, anuncia que, por respeto al alcalde fallecido, renuncia a ser candidato y se abstendrán en la votación, Solo queda Quico. Se produce la votación, sale elegido por mayoría, acepta el cargo, lo promete. Como al término del funeral, la emoción le puede. Casi llora. Recuerda a su anterior alcalde y su lucha y trabajos por su pueblo. En su memoria, anuncia que harán lo posible por continuar sus proyectos y ampliarlos. No puede más. Se levanta la sesión.

Principia, entonces, el otro pleno no previsto: las felicitaciones, los buenos deseos al alcalde electo, el recuerdo de Manolo. Se funden todos en un abrazo como si se conjuraren en su nombre y por su pueblo. Llega entonces Raquel Bravo, la hija mayor de Manolo. Abraza a Quico y le recuerda a su padre. Mirando a los ojos de todo el grupo de su progenitor, y de sus compañeros de los pueblos próximos, les recuerda que, a la vuelta al pueblo desde Valladolid, ya jubilado, le había dicho: “Ahora descansa, papá; disfruta de tu jubilación; ya has hecho bastante y te lo has ganado”. Y cómo su padre le contestó: “No puedo, hija: he de trabajar por mi pueblo.” Les pide que, por su memoria, sigan fieles al legado de su padre, que solo deseó el bien de su pueblo. Le promete el alcalde que así lo harán. Prosigue la oración fúnebre que hasta ahora no pronunciare. Más entera que nadie, la enfermera, que vio cómo sus padres se encaminaron hacia la muerte por el barranco, parece transmitir su fuerza a todos y logra un sí apenas audible, con la emoción que aflora en los ojos de todos.

Raquel Bravo ha heredado ahora otro corazón, a falta del de sus padres. Su pueblo, sus hermanos, los compañeros de su padre, son ahora su otro corazón, a los que ha de motivar como quisiere su padre. No le faltan fuerzas, a quien ahora ha de repartir la fuerza de sus dos corazones. En su abrazo, Inmaculada, la única compañera de su padre en el consistorio, desea transmitirle su gratitud, el sí que esperare a su petición: todo por su pueblo, por la memoria de su padre.

Cuando llegamos a un pueblo hoy vacío, un vecino nos señaló el grupo escolar y se lamentaba: “¡Qué pena de alcalde, con lo bueno que era, y ahora sus hijos solos…!” Nunca estarán solos con los dos corazones de Raquel, con los de sus compañeros, cuyo corazón también es suyo, ahora y siempre…


sábado, 9 de octubre de 2010

LOS TRES MUNDOS DE LOS ALCALDES CAÍDOS

No hubiere mayor vocación política y social, ni entrega más absoluta a la comunidad, que la de un alcalde de pueblo. Más que presidencialista, la figura del alcalde es la del servicio a su pueblo y la proyección de su pueblo. Subsume el alcalde de pueblo no solo los roles que le fueren propios a cualquier ciudadano de este mundo: el de ciudadano, esposo/a, padre/madre, trabajador/a. Añade a esa máxima expresión del ser humano y su proyección social, la de alcalde de su pueblo y asume, por extensión, la de proyección de ese pueblo suyo, de su esposa, hijos y convecinos, en un tercer mundo que forma parte de una provincia, de una comunidad, de un país, de un mundo entero desde el pequeño mundo de su mundo. Tres mundos en un solo mundo.

La figura de los alcaldes caídos por accidente o enfermedad natural, como los recientes de Carbajo y Peraleda de la Mata, en la provincia de Cáceres, a quienes hemos despedido y homenajeado este fin de semana, nos retrotraen al mínimo y máximo mundo de la figura de un político: un hombre o una mujer de pueblo que, por tan vinculados y unidos a su localidad, asumieren la tarea que por sí no quisieren asumir otros: la de servir por el servicio mismo, la de trabajar por engrandecer a su pueblo, la de ver feliz a su segundo mundo dentro de su primer mundo en la proyección que desearen para él en el otro mundo, que no fuere el del más allá, sino el de más acá, que le fuere propio y singular. Un solo mundo en sus tres mundos.

Un alcalde, como cualquier político que se precie en serlo, debe asumir que no representa solo a quienes le votaren, sino al pueblo entero por la voluntad de la mayoría. Podrán no reconocérsele sus trabajos y afanes, habrá de asumir las críticas y los dicterios de quienes jamás comprendieren su vocación, pero habrá de afanarse en la vocación elegida, en el destino que le dieren, en la esperanza que en él depositaren quienes confiaren y no quienes no le dieren su placet ni en la vida ni tras la muerte. Ni Dan de Sande ni Francisco García, en Peraleda de la Mata ni en Carbajo, fueron llamados a asumir la responsabilidad de sus predecesores, cuya muerte puso en sus manos los tres mundos de sus alcaldes caídos. No hubieren deseado ellos asumir el mando que nos les fuere dado; pero lo asumieron por la voluntad del destino que pusiere en sus manos el legado que les dejaren, la tarea por cumplir, los afanes por rematar: poner su pequeño mundo en la felicidad de los tres mundos.

No hubieren más méritos, quizá, que la voluntad y el ejemplo heredados de sus predecesores; que el amor a su pueblo; que el reconocerse a sí mismos como sucesores de una obra encomendada que hubieren de finalizar.

Manuel Sánchez Prieto había cumplido 55 años; hubo tres hijos, de los cuales hubiere fallecido una; un mes antes, fue abuelo de su primera y única nieta: Clara María. A su sucesor le dijo: siempre adelante; a su hijo: mira siempre de frente. No hubiere fuerzas bastantes para levantarse del suelo de Casatejada el 5 de junio; pero por su pueblo dio su vida, porque en todos los frentes de la vida de un pueblo participó hasta que le llegó su hora.

Manuel Bravo regresaba a su pueblo con su esposa; detrás, en otro vehículo, una de sus hijas, que fuere testigo del accidente. No llegó a su pueblo para ver rematada su obra. Francisco García asume el reto de su continuidad, porque no bastan tres días de luto para llorar a un político al que se le juzga por sus obras y a un socialista a quien, además, se le juzga por su honradez, porque los dos manueles agavillaron en su mira, como socialistas, la mirada por su pueblo, cerrada para siempre tan cerca de ellos, tan lejos de sus afanes y de sus trasmundos caídos sobre el asfalto de la plaza y de la carretera tan cercana a sus destinos de su primer mundo…

domingo, 3 de octubre de 2010

LOS SIETE ABRAZOS DE CÁCERES

Cómo puedes, olvidar, cariño, el amor multitudinario que recibiste durante estos años; el afecto apasionado a quien, sin ver, le regalé mi amor vibrante; ternura de mi alma, a quien obsequié con mi abrazo maestro; corazón de mis entrañas a quien ofrecí el abrazo de la Extremadura gigante; amorosa pasión que elevé hacia ti en abrazo transmisor; pasión de todos en el abrazo de su corazón; admiración del mundo en el abrazo de futuro…

No me digas, patria amada, que mi derroche de amor fue un amor a primera vista; que el amor dura lo que dura; no me susurres, pasión, que mi amor por ti es el olvido del yo, porque mi predilección no se puede olvidar: quedará grabada siempre en ti, como mi declaración sin doble filo. Fueron mi amor, como mis abrazos, por ti y solo para ti. ¿No sentiste acaso mi amor tentacular en los abrazos que te diere sin besos, pero con calor?

Pusiste mi amor en cuarentena cuando mi cortejo se prometía eterno; mis lisonjas se multiplicaron en el ser y en el estar, porque no había distancias que nos separaren; mis galanteos no pretendieron tu amor a distancia, sino fusionado en las redes sociales que alimentaron y dieron vida a nuestra pasión inacabada. ¿No has visto, ternura, la fusión de abrazos que unieron continentes aún por explorar?

He sido amor y he estado contigo en la tierna expresión de mis abrazos. No te olvidaré, amor, porque nuestro cariño nunca se expresó en la distancia, aunque lo pusieren en cuarentena. Te pagaré con más amor el tuyo no correspondido, porque mi amor loco no luchará contra el loco amor. Amor sin besos es como chocolate sin queso. Abrazos sin ternura, como besos en la distancia. Apego de esperanza en el virtual abrazo de una distancia inexistente. Amor con fecha a la vista, ¿o habremos de esperar otra para nuestras nupcias, con las invitaciones realizadas?

Nunca olvidaré, debilidad, los siete abrazos que te diere, como los siete candelabros que alumbraron nuestro amor. ¡Oh, adoración, en ellos expresada!, afición no apagada, dilección manifestada, veneración a ti unida, enamoramiento cuya luz, por tan encendida, no se apaga. Recibe mis siete abrazos, multitudinarios, vibrantes, maestros, gigantes, transmisores, de corazón, de futuro. ¿O hubiere alguien que pudiere desasirnos, amor, del año que llevamos signado en nuestro corazón: Cáceres 2016…?

LAS ILUSIONES PERDIDAS NO SON SUEÑOS QUEBRADOS

Hubimos un día un sueño, trocado en ilusión. Fue una esperanza cuyo cumplimiento parecía especialmente atractivo. La esperanza se hizo tarea; la tarea avivó el sueño, la ilusión de una comunidad, agigantada con el paso de los días. Día a día, el sueño, la ilusión y la esperanza se adueñaron de la comunidad mayor. Instituciones, asociaciones, de dentro y de fuera, firmaron adhesiones y declaraciones de amor a favor del “otoño dormido de la Edad Media”, una ciudad ya patrimonio de la Humanidad, que se había dado a conocer al mundo.

Vive la ciudad enseguida ese sueño; hace suya la ilusión y participa en la tarea. Una mañana, los balcones de la ciudad aparecen llenos de soles de colores, como recientemente de banderas nacionales. El sueño es ya más que un deseo, al que se le pone fecha. Principia la tarea. Es preciso hacer los sueños realidad porque, de lo contrario, sueños son. Los sueños se van como llegaron, en un abrir y cerrar de ojos; pero hay sueños dormidos y sueños despiertos. En la duermevela, el sueño es un trasunto del pensamiento, de la realidad acariciada o deseada. En la consciencia del despertar, los sueños son la realidad anhelada por los sentidos y, para hacerlos realidad, hay que trabajar por su cumplimiento.

Hay ilusiones y sueños individuales, que no trascienden a la persona, y los hay colectivos, que nos implican a todos. Cáceres ha tenido un sueño, una ilusión, una esperanza. Por primera vez, quizás, ese sueño no ha sido individual, sino colectivo de una región entera. Ha sido la ilusión de Cáceres, la fuerza de Extremadura; la lección del presente para el futuro. Una fecha que ha ahogado otras fechas; el sueño que ha avivado la esperanza; la ilusión de sabernos reconocidos cuando suponíamos que éramos los eternos olvidados.

“Cáceres 2016” es “una oportunidad para levantarse”, en palabras del presidente Vara; “pese a la desilusión, el sueño no está roto”, dice la alcaldesa Carmen Heras; la fuerza del abrazo sigue viva, parece decir Pizarro, coordinador del proyecto…

Se ha debilitado la ilusión, pero no se ha quebrado el sueño. Fue tan grande la complacencia que la ilusión perdida no quiebra el sueño colectivo. Queda la marca, la esperanza colectiva, más de un millón de nombres tras él, la fuerza toda que hace posibles los sueños, porque las ilusiones perdidas no son sueños quebrados, si acaso el fuego no tan avivado.

domingo, 26 de septiembre de 2010

LA INNOVACIÓN EN LAS OTRAS CORTES DE MÉRIDA

Mérida, capital de Extremadura, tiene Cortes elegidas por los extremeños para su representación, debate de sus problemas, legislar para su futuro y controlar la acción de su gobierno por ellos elegido. Es esa Cámara de representación, presidida por Juan Ramón Ferreira, un ejemplo de innovación en sus iniciativas, de la que han tomado ejemplo otras cámaras de España.

El 24 de septiembre de 1810, hace ahora doscientos años, se constituyó en San Fernando (Cádiz) una Asamblea Constituyente para defenderse de la invasión francesa, llenar el vacío de poder y convocar Cortes extraordinarias y constituyentes, que abrieron el camino hacia el Estado Social y Democrático de Derecho. Intervinieron ilustres extremeños en esas Cortes, como Muñoz Torrero. No pudo pasar inadvertida la efemérides ayer en Mérida, en una fecha en la que un partido en el poder se reunía por primera vez no para hablar de sí mismo, sino de los ciudadanos, y del futuro de todos. Y era la primera vez que ocurría, al margen de la federal acostumbrada previa a los congresos. Hasta en eso, ha sido innovadora Extremadura.

Aparte del documento final salido de la Conferencia, que servirá de base para los futuros programas electorales, la cita buscaba “Valores para el progreso”; es decir, avanzar a pesar de la crisis, y eso en unión con asociaciones y fundaciones representativas de la sociedad que no militan en el partido, y en base a tres principios marcados para la Conferencia: la participación, la igualdad y la libertad, “mirando hacia quienes más nos necesitan”, en palabras de su coordinador y secretario de Ideas y Programas de la ejecutiva regional, Alfredo Escribano.

La crisis no ha marcado los debates, aunque estuviere tras ellos, sino el futuro que debe estar presidido por la innovación para buscar un mejor futuro. Innovar fue quizás el verbo más repetido por los oradores: innovar para “buscar soluciones de futuro y hacer un país más moderno y de progreso”, en palabras de la presidenta de la mesa, Ana Soguer; “innovar en tiempos de crisis para saber qué tenemos que hacer y qué no debemos hacer”, en palabras del alcalde de Mérida, Ángel Calle; innovar, “que no significa tener un ordenador, sino conocer las necesidades e inquietudes de la sociedad”, en palabras del ex secretario general, Rodríguez Ibarra; innovación , porque “no son tiempos del pasado, sino para mirar al futuro” y porque “somos reformistas, no conformistas”, como dijera el vicesecretario general, José Blanco; innovar, “porque somos clásicos, pero innovadores” y hemos de serlo hoy más que nunca “porque nos cambiaron las preguntas cuando teníamos las respuestas” y porque valores como la cultura de la propiedad y la ilusión de la vida no son los mismos en una sociedad cambiante, que exige derechos, pero a la que hemos de recordarle que también tiene obligaciones, en palabras del Secretario General Regional Fernández Vara; innovar porque “no hay que tener miedo a los cambios”, según Jesús Caldera, vicepresidente de la Fundación Ideas; e innovar, finalmente, porque hasta la Conferencia Política ha sido transmitida en directo y ha propiciado la participación a través de las redes sociales, gracias a la pericia tecnológica de César Ramos, secretario de Nuevas Tecnologías y Ciudadanos en Red del PSOE de Extremadura.

Un partido que mira al futuro y es capaz de visualizar el porvenir, “es una fuerza capaz de todo”, dijo Blanco, porque ayer, en las otras Cortes de Mérida, no solo hablaron los representantes del pueblo y sus dirigentes, sino el pueblo mismo, de sus preocupaciones e inquietudes, en tiempos generadores de desconfianzas, siempre negativas, y no de esperanzas, motores de cambio y de adaptación como los que necesitamos.

BERREA SILENCIOSA ANTE EL LAMENTO DE LOS ROMPEDORES

Quizás hubiere un paraíso en la Tierra; pero fuimos expulsados de él y sólo nos queda el cielo como posible lugar de su localización. Por eso, en la liturgia de difuntos se ruega por él pidiéndole a los ángeles que le lleven al paraíso que no hubiere en la Tierra. “Al paraíso te lleven los ángeles en volandas/porque tuviste alas de paz…//El coro de los ángeles salga a tu encuentro/ y te reciba en son de triunfo,/para que junto con los Lázaros, pobres en esta tierra, tengas descanso eterno/ en el reino definitivo de los cielos…”

“Venimos de un mundo cruel”, decía la presidenta de la mesa de la Conferencia Política del PSOE en Mérida. Y por ello recordaba que, hace doscientos años, un grupo de extremeños, entre otros muchos, se reunieron y quisieron allanar en Cádiz el camino de la libertad y la soberanía de la nación que nos condujere al paraíso perdido por los pobres Lázaros de la Tierra.

A orillas del Guadiana, en la capital de Extremadura, se han reunido, también por primera vez, más de quinientos extremeños progresistas, no conformistas, que han deseado debatir para hallar entre todos nuevos “valores para el progreso” en la tierra de los hombres sin pan; respuestas de hoy para los hombres del mañana.

Berrean los ciervos entre los encinares y sus lamentos de pasión buscan solo la reproducción de sus genes en otras generaciones, la vida después de la vida. Qué buscan ahora los padres para sus hijos sino la felicidad que ya impusiere la Constitución de Cádiz como objetivo del Gobierno de la nación: “buscar la felicidad y prosperidad de los ciudadanos”, como apuntara Vara, el secretario general de los socialistas extremeños, el fin último de toda acción política; pero no podemos estar permanentemente esperando en la sala de espera; hay que salir de ella, como se hizo hace treinta años, recordaba Ibarra, porque la juventud espera respuestas y “los tiempos pasados no volverán”.

Mientras la berrea de Mérida busca en su trabajo respuestas como valores para el progreso, los bramidos de “los rompedores” no cesan ni un día, pero no porque busquen el paraíso para todos, porque ellos siempre lo hubieren, y, apostándolo todo por la crisis, se empeñan en poner palos a las ruedas del Gobierno para, a río revuelto, llenar su despensa de peces. Los salvapatrias, “los rompedores” que todos los días nos anuncian el Apocalipsis si ellos no volvieren a gobernar para sí; quienes predican que “España se rompe”, “la familia se rompe”, “la caja única de la Seguridad Social se rompe”…, cuando nada se ha roto, como recordaba Blanco, el vicesecretario general, aunque lo desearen para hacer de la tierra su propio paraíso…

Ante los bramidos silenciosos de quienes trabajan por los más, los lamentos de quienes tachan el cónclave de futuro de “teatrillo”, porque no pudieron cumplir sus promesas ante la llegada de la época de vacas flacas que nos vino de fuera; otros lamentan, en su berrea diaria, que nadie les impide, la “forma de hacer política” de quienes más dialogan con ellos, fijando las prioridades en tiempos de crisis, porque eso es ser leal con Extremadura y con España: actualizar los retos sin perder la ética como norte, decir la verdad aunque duela, y no mentir para confundir, sin dar bramidos de pasión por España, sino berreas que se pierden en el aire y que solo buscaren su propio paraíso perdido. No engendran ilusión quienes más berrean, sino quienes llevan en sus genes, además de la vida, la ilusión por el futuro de todas las vidas.

viernes, 24 de septiembre de 2010

BRILLE LA LUZ A PESAR DE LA OSCURIDAD DE LA NOCHE

En los empieces del otoño, no declina la vida política de la plenitud a la vejez. Amanece más tarde y cierra la luz sus cortinajes más temprano; pero el día es el mismo, como la segunda hierba o heno que produjeren los prados en la estación. Mérida capital congrega mañana a más de medio millar de delegados del Partido Socialista de Extremadura en su primera Conferencia Política.Renovarse o morir. El otoño no puede ser símbolo de declive para quienes esperan la cosecha de la estación y los frutos que sembraren en ésta para la primavera. El PSOE no descansa ni en la estación que invitare a ello, ya pasada, ni en las por venir. Pasa la luz, pero brillan las estrellas, como las farolas iluminan durante la noche oscura las calles apagadas...

La Conferencia Política pretende ser la selección de las semillas que alumbren los futuros programas electorales; la cosecha que ha de estallar en primavera; la renovada luz que exigen los ciudadanos, y la sociedad toda, para que aquella brille por encima de la oscuridad. Las ideas, las demandas, las preocupaciones, los problemas, las posibles soluciones, lo que preocupa y ocupa a la sociedad, que sus portavoces traducirán en las resoluciones pertinentes.

El partido es la sociedad misma; el PSOE, el que más se parece a ella, como acostumbra a decir, y lo fuere, el secretario provincial del partido en Cáceres, Juan Ramón Ferreira. Por ello, en la conferencia se reúne toda la sociedad que los representa: delegados, comités, ejecutivas, jóvenes, asociaciones, entidades, en un arco iris de participación, igualdad y libertad; en una connivencia de colaboración ideológica en virtud de la cual, quienes no están, también estén, porque todos son la sociedad misma y los beneficiarios de las respuestas que solicitan.

Frente a los agoreros que cada día reclaman respuestas, cuando todos los días se ofrecen, la mirada al futuro sin olvidar el presente mediante la participación, la igualdad y la libertad. Nada se impone en un partido que se abre hasta quienes no son de los suyos; que es capaz de presentar un millar de enmiendas a los documentos marco que se les presentan sobre la política, los ciudadanos y el propio partido.

Ha pasado, hace unos días, la estación más calurosa del siglo; pero nadie pasa, aunque la noche llegue antes, porque la nueva luz está al caer. Quienes piden ahora más luz, no reconocen, porque no hubieren memoria, o quisieren matarla, que ellos no se preocuparon en llevarla a nuestros pueblos en la medida en que hoy la solicitan; y la noche se hizo noche más larga y miles de extremeños hubieron de emigrar en busca de otras luces que no les propiciaren, porque ni las semillas tuvieren para la cosecha de otoño, y menos aún para la de primavera.

Llegar hasta aquí no ha sido fácil. Los principios siempre son difíciles, más aún cuando el abanico se abre y no se impone. No por mucho gritar amanece más temprano; ni por mucho urgir y preguntar pueden presumir de hacer política quienes durante siglos la hicieron solamente para ellos, sin contar con el pueblo. Todo para ellos, pero sin ellos.

La política, los políticos, deben constituir un referente y no un problema para los ciudadanos; porque sin la política, ni los políticos, los problemas serían mayores y otros vendrían, como siempre lo estuvieron, al acecho para sacar tajada de quienes menos hubieren, ni siquiera la esperanza.

A quienes les preocupa el presente y el futuro, no gritan: trabajan; recolectan las semillas para sembrar el futuro y que el granero no carezca nunca de lo imprescindible. Quienes se empeñan en afirmar lo contrario, y hasta ver la paja en el ojo ajeno, fueron los que siempre tuvieron para ellos, pero no para el resto. La Conferencia Política que el PSOE celebra mañana en Mérida persigue lo contrario de lo que afirman los otros: renovarse para no morir, sembrar para recoger, ofrecer más luz cuando la oscuridad se hace noche, porque ya hubimos bastante en el pasado y nadie, de quienes ahora gritan, llegaron para alumbrarnos. Esto es lo que está pasando..., sin que nada pasare porque no gritamos.