domingo, 13 de septiembre de 2009

EN TORNO A UNA RESPUESTA DIPLOMÁTICA DE NUESTRO PRESIDENTE PARLAMENTARIO

El Día de Extremadura ha coincidido en el tiempo con un hecho relevante que no debe pasar inadvertido: la aprobación del nuevo Estatuto de Autonomía de Extremadura, que habrá de reemplazar al actual, de 1983, que ha cumplido ya su función y se ha visto superado por los cambios sociales. El pasado jueves, en efecto, la Asamblea extremeña ponía punto final a un largo proceso de trabajo y negociación entre los dos grupos de la Cámara para dar a luz el nuevo texto aprobado, que será remitido a las Cortes para su aprobación definitiva.

En una entrevista realizada el día 9 en Canal Extremadura Televisión, el presidente de la institución, Juan Ramón Ferreira, ofreció dos frases lapidarias que hemos podido conocer gracias a la cronista parlamentaria de este periódico, Gloria Pajuelo. La entrevistadora, Águeda Zarco, le hizo una pregunta final “para que se mojase”, correcta periodísticamente, pero que podría encerrar una trampa saducea para el presidente, dijese lo que dijese. “¿Quién es el mejor orador de la Cámara regional?”, le inquirió. El aplomo diplomático del presidente no le hizo dudar un instante: “Aquel que traslada una idea que puede entender el ciudadano” y “aquel que es capaz de convencer al partido de la oposición”.

No hay preguntas impertinentes, sino respuestas inteligentes, según un dicho periodístico. Y aquí cabría decir que el presidente ha hecho prevalecer la inteligencia y la diplomacia del político parlamentario que, en el gobierno de la Cámara, ha de estar por encima de las opciones políticas que engloba, porque a todos acoge, incluso a quienes no están representados en ella. Y no debe considerarse impertinente la pregunta, porque la ha respondido con inteligencia y la diplomacia inherente a su cargo.

Las trampas saduceas son aquellas de las que resulta muy difícil salir airoso, puesto que, cualquiera que fuere la respuesta, siempre podrán atacarte, y se llaman a sí porque los saduceos se las ponían con frecuencia a Jesucristo para evaluar su grado de sabiduría, ya fuere sobre qué hacer con la mujer adúltera según la ley de Moisés, o el pago de los tributos al César, y de las que el Maestro supo salir siempre airoso.

La farragosidad del debate político y parlamentario nos ofrece, de cuando en cuando, unas ‘perlas’ que pasan a la historia como sentencias inapelables para la reflexión, al cumplir algunos de los mandamientos de los mejores eslóganes políticos.

Al recordado maestro y político, el ex Presidente Ibarra, no “se las ponían como a Fernando VII” y por ello ofreció a lo largo de su dilatada trayectoria política un sinfín de sentencias, máximas y frases, muchas veces en forma de parábolas, para ser mejor entendido, que no dejaban a nadie indiferente y que enervaba a sus opositores, porque era él mismo el que les tendía la trampa saducea con sus sintagmas que iban a la yugular de sus adversarios políticos en defensa de Extremadura. Se hizo célebre en Cataluña y en el resto de España la perla con que respondió a los catalanes en sus ansias infinitas de financiación: “Tener dos lenguas no significa tener dos bocas para comer más”, lo que indujo a un líder político nacionalista a exclamar: “Hagan callar a ese potro indomable”, una salida por la tangente que no respondía, porque no podía, a la interpelación ibarrista, que les dejaba fuera de juego.

La política no debe estar reñida con el buen decir ni la diplomacia con la cortesía parlamentaria, aunque a veces en el fragor del debate parlamentario, algunos políticos pierdan las formas y ofrezcan, por desliz o por la ausencia de ambos, otras ‘perlas’ históricas a micrófono abierto, cuando lo creían cerrado. Por ejemplo, Aznar, al terminar un discurso en el Parlamento Europeo: “¡Vaya coñazo que he soltado!”, o el “Manda huevos” del ex presidente del Congreso Federico Trillo; el ex ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, que soltó aquella de “El Plan Hidrológico Nacional se va a aprobar por huevos”; o el propio Rajoy quien, en su época de ministro del Interior con su padrino político, terminó una alocución diciendo: “¡Anda, a tomar por culo!”. A Bono se le escapó decir: “Blair es un gilipollas integral”. El ex vicepresidente del Parlamento andaluz, Rafael Centeno, dijo en cierta ocasión: “Los moros, que se vuelvan a Marruecos, que es donde tienen que estar.” O cuando el inefable Jesús Gil sintetizaba su programa electoral con esta lindeza: “Yo, en Marbella, hago lo que me sale de los cojones.”

Lejos están estas ‘perlas’ de la política de la diplomacia resumida en las dos frases del presidente de la Asamblea extremeña: la inteligibilidad que ha de suponérsele al político para ser creíble, primera condición para ser comprendido, y la capacidad de convicción a través de la palabra a quien, en principio, no pensare lo mismo de lo que uno desea y predica, que también resumiera el gran político italiano Giulio Andreotti en su frase “El poder es solamente facilidad de expresión” o aquella de Winston Churchill: “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido.” Lo mismo que hizo el Presidente Vara en su discurso del Día de Extremadura; lo mismo que ha dicho Ferreira respecto al ámbito parlamentario: hacerse entender y convencer al contrario, porque la palabra nunca traiciona el subconsciente si la mente no la mueve el diablo, aunque los micrófonos estén siempre abiertos…

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