martes, 24 de marzo de 2009

EL VELATORIO INTERMINABLE


Hay velatorios de doce horas, de veinticuatro, y velatorios interminables, de años, meses, de noches sin fin a quien velar. Cada día truncan una flor en el despertar de su primavera. Oscurece el sol y la primavera florecida se marchita. Nadie sabe quién robó la flor; dónde, en qué lugar; por qué cortaron los pétalos de esa flor, toda primavera, para vivirlas todas.

España es un país de duelos; fue de lutos largos; de plañideras que lloraren sus lacrimales en la pena ahogada; de silencios que nunca otorgaren la muerte escondida; décadas de luto, y apenas dos meses de alivio; rosarios de luto que ensartaban en cadena, uno tras otro, negros que retrasaban el "blanco" de la novia, de madres, hijas, tías, sobrinas... Es hoy España una constelación de tanatorios para el duelo y las últimas horas, en recogido silencio de noche, a la espera...

No hubiere peor velatorio que el interminable de un cuerpo joven desaparecido; la finitud de la vida en el esplendor de la vida; la alegría de la vida, trocada en desamparo, tristeza, eterna espera del velatorio interminable; sin lágrimas por quien llorar; sin flores a quien coronar; sin saber a quién rezar sino no es a la esperanza y la fe de volver a verla -ya viva, ya difunta-para despedirla hasta la eternidad....

España ha sido un culto a la muerte, a la espera de la resurrección de la vida. Los cementerios se quedan chicos; los muertos conviven físicamente ya en el corazón de la ciudad, aparte de en los de sus deudos; pero, obstinados, seguimos creyendo en el hueso, mondo y lirondo, antes que en el corazón y el alma que nos dejó, como fe de vida que pruebe su existencia o su muerte. Esperamos un día al año para cumplir con tantos de vida y esperanza como nos dejaron.

El velatorio se presume escaso para despedir en el tiempo una vida ya sin tiempo, arrebatada no por el tiempo, sino por alimañas enemigas de la vida y el tiempo que les regala la vida y su tiempo; de la alegría y compañía de un tiempo compartido, y que nos arrebataron antes de tiempo.

Mari Luz, antes; Marta, ahora... son velatorios interminables que no quisieren rendir culto a la muerte hasta que ésta les llegare por causas naturales; pero los asesinos de la vida prolongan la agonía de un velatorio interminable, sin lágrimas, sin flores, sin dolor siquiera ante la nesciencia de su vida y la incerteza de su muerte; sin la fe científica de la causa de su muerte, que no fuere otra que la arrebatada a la vida misma.

Marta, hoy; Mari Luz, ayer, semejan ese velatorio interminable de una España que no pudo enterrar a tiempo a sus difuntos; una España, antes de plañideras; hoy, clamor de justicia, ante la muerte ignorada, la desaparición súbita, el velatorio interminable, sin la oración recurrente ni la flor de sus primaveras socorridas; las flores marchitas en el velatorio interminable..., como si ellas pudieron devolvernos la primavera arrebatada...

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