miércoles, 11 de febrero de 2009

UN SOLO GOL Y UN DESTINO


Sea cual fuere el resultado que nos depare esta noche el partido amistoso entre las selecciones de fútbol de España e Inglaterra, algo ha cambiado desde el Mundial de Brasil de 1950, en que el célebre gol de Zarra al portero inglés Williams nos dio el pase a las semifinales.

La victoria ante la “pérfida Albión”, que cantara Matías Prats por la radio, llenó de orgullo a una España necesitada de estímulos de victoria entre tantos ramalazos de derrotas como las que lastraba en aquel entonces; pero aquella victoria fue solo un espejismo: la única vez que la hemos vencido en competición oficial; la única que hemos logrado pasar a semifinales de un Campeonato del Mundo. De veintiún partidos disputados, dieciséis de ellos amistosos, la balanza se inclina de parte de los ingleses por 11-7 y tres empates.

Hoy se enfrentan las que están consideradas como dos de las mejores selecciones del mundo: España, la campeona de Europa, frente a una Inglaterra que no pudo acudir ni siquiera a la fase final. La “Pérfida Albión” ha sido sustituida por el boicot inglés al Bernabéu por los abucheos racistas a sus jugadores de color. En “la roja” militan, en palabras del ex entrenador del Extremadura, y actual míster del Liverpool, Benítez, tantos jugadores de la Premier como de la Liga. Sobraba ese apunte porque, como él, son tan españoles los entrenadores que triunfan en competiciones ligueras de otros países, como los jugadores ingleses que militan en la Liga. La selección nacional solo tiene unos colores de nacionalidad que no pueden ser sustituidos por los de los clubes en los que militan, como el color de su piel por la camiseta que vistan y defiendan, y menos aún que ello conlleve tintes racistas.

Por encima de esos rifirrafes de ocasión que ha llevado este partido algo más que amistoso a Sevilla, hemos de convenir en algo que Benítez oculta: España exporta hoy tantos jugadores como entrenadores a las ligas extranjeras. No ocurría esto desde aquellos tiempos de Villalonga, que recurría a “los italianos” para poder vencer a la URSS en la final de Selecciones Europeas de 1964, la primera obtenida por “la roja”. Se refería el entonces seleccionador a los únicos jugadores españoles que se encontraban entonces en el Inter de Milán, tan bien entrenado por Helenio Herrera: Luis Suárez y Joaquín Peiró.

Al gol de Zarra en Maracaná le sucedió el gol de Marcelino en Madrid y el de Torres en Viena. Son los tres goles para la historia. Basta un solo gol para marcar un destino. Y en un amistoso, no tan amistoso, la honra de la victoria supone también enmendar una historia que no tiene por qué reducirse al 12-1 a Malta, también en Sevilla, --dónde si no tenía que ser…-- y que Torres vuelva a marcar, aunque solo sea para desmentir a su entrenador del Liverpool. Por algo él se lo llevó y Del Bosque lo recupera para España.


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