viernes, 13 de febrero de 2009

DEL ÁRBOL CAÍDO Y EL MAL DEL VECINO


No se trata solo de hacer leña del pino que hay que arrancar por el nematodo. Se trata, como si un sino maléfico nos identificara a los españoles, de que todos hagan leña del árbol caído y, además, se alegren del mal del vecino, aunque ignoren que el suyo viene de camino.

La crispación que algunos quisieron instalar en la política española, les salió por las orejas; pero no parecen haber aprendido la lección quienes sembraron vientos y ahora recogen tempestades. El refranero español nos retrata como lo que somos: un país de intolerantes que desea izar la intolerancia donde quizá reine el pacifismo y prevalezca, más de lo que se supone, un voluntariado capaz de dar la vida por los demás, aunque no se reconozca.

De aquellos polvos esparcidos por unos políticos de estrechas miras vienen estos lodos que hoy nos inundan: en los bares, en la calle, en los medios, en los plenos municipales y en la circulación. Quisieron crisparnos al socaire de graves sucesos; lo desean ahora con la crisis no anunciada, pero sobrevenida; lo machacan cada día con anuncios apocalípticos del porvenir. Los insultos, descalificaciones y desaires al contrario están a la orden del día, como si la verdad radicara únicamente en sus predicadores y la mentira, en el resto. ¿Y qué buscan quienes así actúan sino poner más de su lado a quienes piensen como ellos, y quizás a algunos indecisos, desprovistos de capacidad intelectual para saber discernir de qué lado está más cerca la verdad: si de ellos o de los otros?

Olvidan que “del árbol caído todos hacen leña” y ese árbol es tenido como el culpable de todos los males que nos aquejen; y que de los vientos que sembraren en todos los campos, vendrán el día de mañana los lodos que los sepulten. Olvidan, quizá todos, aquellos versos de José Rosas, escritos un día como Nuevo Manual de Urbanidad, finales del XIX:

“No gozándote en el mal,
Piedras arrojes sin tino
Al tejado del vecino
Porque el tuyo es de cristal.”

O lo que es lo mismo: “No te alegres del mal del vecino que el tuyo viene de camino.”

No hemos tenido bastantes guerras como para echar más leña al fuego; ni problemas bastantes que solucionar como para poner más incógnitas a la vida por parte de quienes debieran despejarlas todas y abrir un campo a la esperanza del futuro. Se trata de despellejar al contrario como fuere para ganar la fuerza que no tuvieren o les fuere dada; como si alguien estuviera libre de pecado para arrojar la primera piedra y el cielo fuere la última mansión reservada para ellos; y el resto, al infierno, porque “el muerto al hoyo y el vivo, al bollo”. ¿Acaso serán ellos inmortales como para no ver más allá de la codicia que les ensucia la lengua para sentarse un día a la diestra del Padre? ¿O será que dicen trabajar por el pueblo cuando solo lo hacen para enriquecerse más a sí mismos y empobrecer aún más a su propio pueblo?





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