lunes, 8 de septiembre de 2008

LAS OTRAS MEDALLAS DEL CORAZÓN

Si algo revela más que nada la humanidad que distingue al Presidente de la Junta de Extremadura es su apelación al corazón de las personas con nombres propios; a los que no tendrán nunca medallas, pero quizá se las merecieren como nadie; a esos miles de extremeños anónimos de quienes pocos gobernantes, más que él, se acuerdan en días tan señalados como el de Extremadura, forjadores de Extremadura en la dignidad de los trabajos y los días de sus vidas.

En su discurso institucional del Día de Extremadura, Fernández Vara, a la vez que felicitaba a los distinguidos con la Medalla, ha tenido un recuerdo especial para los mayores, “muchos de los cuales pasaron sus vidas cuidando a sus hijos, luego cuidaron a sus padres y hoy nos ayudan tanto haciéndolo con sus nietos”. Conocida es su frase antes de ser Presidente: “Temo más una huelga de abuelos que una de médicos o maestros.” Cómo no reconocer, entonces, a quienes han contribuido a forjar Extremadura de sol a sol y, una vez jubilados, siguen entregados a su profesión y al cuidado de sus descendientes...

Quizás en la nómina de las Medallas de Extremadura no estarán nunca todos los que son, aunque sí estén todos los que están. Más aún en el corazón de un Presidente que, por su cercanía a la vida y a la muerte, aprecia la vida y valora la muerte de quienes dedicaron aquélla al servicio de los demás, sin esperar otra recompensa que el afecto de los suyos y quizá lo nunca esperado: el recuerdo de su Presidente en el Día de Extremadura.

En un discurso institucional como el pronunciado ayer por el Presidente, en el que ha tocado todas las teclas que hubiere que tocar del ayer, el hoy, y el mañana de Extremadura, esta referencia con nombres propios a doce mayores de Extremadura, que “podrían ser miles y miles de historias de vida que son nuestro mejor ejemplo”, reconcilia a los más con una clase política de despachos, que tantas veces olvida la realidad de la calle.

Fernández Vara ha dejado claro en su discurso que “los que pierden su empleo no son números, sino personas” y que “las empresas en dificultad no son un epígrafe en el Impuesto de Actividades Económicas, sino la consecuencia de muchos años de esfuerzo”.

La asunción de la responsabilidad del político no concluye en distinguir a “los que son lo mejor de esta querida tierra nuestra”, en asumir la responsabilidad de “estar al lado de los que lo están pasando mal”, sino de reconocer en el recuerdo a doce extremeños mayores su contribución al futuro de una nueva Extremadura como ellos no conocieron nunca, pero sí conocerán sus descendientes, gracias a su esfuerzo y al trabajo de todos.

Quizás haya sido ésta, por novedosa, la parte más emotiva, sustancial y humana de un discurso institucional que no debe ser de reivindicación, sino de autoafirmación de la identidad extremeña y de sus valores, como se afirma en el artículo 1 del vigente Estatuto de Autonomía, que el Presidente se encargó de recordar al referirse a su veinticinco aniversario y a su reforma “para adaptarlo a la nueva realidad de un mundo que ha cambiado mucho en este tiempo”.

Los mayores de Extremadura han construido el presente de la región, y lo seguirán haciendo hasta su muerte. En su cuaderno de notas electoral, en su programa de gobierno, Fernández Vara no olvidó nunca recoger esta singularidad del político: la política se hace para las personas; las personas tienen nombres y apellidos; no son números. No puede mantenerse, por tanto, que tributan los territorios, sino las personas, y que la solidaridad fiscal y el trabajo de los extremeños han sido la base del futuro de la región. Intentar cambiar los conceptos es intentar cambiar la Constitución sin la aprobación de quienes la aprobaron.

El reconocimiento a quienes han entregado parte de su vida a hacer más llevadera la vida de los demás, a enaltecer a Extremadura en distintos campos, no excluye el recuerdo de los doce, que solo son una excepción a la regla, de los miles de extremeños que día a día ha contribuido a hacer la Extremadura que hace veinticinco años muchos de sus habitantes no pudieron soñar, ni siquiera, y nunca mejor dicho y recordado por su Presidente, los más viejos del lugar, tan dignos de ser merecedores de la Medalla, como los que la merecieren ayer, ahora y siempre.

En su discurso de ayer, el Presidente de la Junta otorgó las medallas no concedidas: las medallas de su corazón al corazón mismo de Extremadura.

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