lunes, 18 de marzo de 2024

EL PAPA FRANCISCO, EN MÉRIDA



Eva Fernández era la pregonera de la Semana Santa de Mérida. Está muy cerca del papa Francisco. Es la corresponsal de la COPE en el Vaticano e Italia. Trabaja todos los días junto a él. Más de una vez ha estado con el Papa en alguna audiencia particular o general; en viajes, en actos mil como los que protagoniza a lo largo del año. Quizá le contare que era la pregonera de la Semana Santa de Mérida, una ciudad romana que también tiene Vía Crucis en su anfiteatro, como el que él preside en el Coliseo todos los años. Y antes que hablare ella, le ha dado la palabra al Papa, como si allí, en la basílica de santa Eulalia, en su Año Jubilar, ella mandare por la autoridad que le hubiere conferido la junta de cofradías. Y no comienza su pregón. Antes le invita a unirse a él con Mérida.

    “Ciudadanos de Mérida: hay alguien en Roma que hoy quiere estar presente entre vosotros. Un auténtico honor, un privilegio para esta ciudad que siempre será recordado. Santo Padre, para usted la palabra en este pregón…” Calla Eva y el papa Francisco aparece en la pantalla. Los fieles enmudecen: “Es el Papa quien nos habla…; el papa Francisco está en Mérida, se dirige a nosotros…, nos recuerda, nos mira y parece recordarnos que Mérida también es suya, como nuestra Semana Santa en el legado romano…”

    Eva es embajadora de Mérida en la Ciudad Eterna, proclamada a sí misma. Como tal ha hablado con el Papa y le ha hecho esta petición. “Santidad, más que mi pregón, le agradecería unas palabras para los fieles de Mérida, reunidos en la basílica de Santa Eulalia en su Año Jubilar. Allí estarán, entre muchos, quienes vinieron a verle el pasado año a la plaza de San Pedro; los que le agradecieron el Año Jubilar y le dieron cuenta de sus proyectos; quienes le hablaron de una Asociación de la Virgen y Mártir Santa Eulalia con diecisiete siglos a sus espaldas (“antes de que nos descubrieran…”, como dijo). Como jefe del Estado vaticano había elegido Vuestra Santidad a dos emeritenses para que trabajaren en la Secretaría de Economía (uno ya no está por enfermedad). 

    Apenas, dos folios, leídos en cinco minutos, y Vuestra Santidad ha sido el pregonero. ¿Cuándo un papa estuviere en Mérida, le hablare a los emeritenses…? Nunca, ni por televisión, ni a través de un video grabado. Ha hecho historia Vuestra Santidad con Mérida. A muchas mujeres y hombres se les saltan las lágrimas de emoción. Más que del pregón de la “embajadora”, se habla de las palabras del Papa para Mérida.

    “Permitidme formar parte del pregón de vuestra Semana Santa, única en el mundo, porque muy pocas ciudades pueden revivir estos días que cambiaron la historia de la humanidad en escenarios de más de 2.000 años de antigüedad, contemporáneos a los que Cristo sufrió la pasión.” Mérida, Santidad, fue romana antes de Cristo, durante la vida de Cristo y después de Cristo, y así hasta hoy, desde el martirio de la Mártir.

    No se ha olvidado de nada, Santidad, y Mérida habrá de agradecérselo. Ha recordado a la patrona, el Año Jubilar que se dignó otorgarnos, el martirio de santa Eulalia, que convirtió la ciudad romana en cuna del cristianismo y en destino de peregrinaciones; por la visita que le rindieron a las puertas de san Pedro el arzobispo de Mérida-Badajoz, Celso Morga; el alcalde, Antonio Rodríguez Osuna, y el presidente de la Asociación de la Virgen y Mártir santa Eulalia, Luis Miguel González, para explicarles los proyectos del Año Jubilar. Ha tenido un recuerdo para la juventud emeritense, presente y futuro de las cofradías de Mérida; para los enfermos y necesitados, por quienes se encuentran solos y por quienes pasan apuros económicos; y finalmente, ha transmitido a todos los fieles de Mérida que les recordará el Viernes Santo cuando presida en el Coliseo el Vía Crucis, que ellos también celebran en el anfiteatro, a la misma hora.

    No se ha hablado de otra cosa el fin de semana en Mérida: el Papa ha estado con nosotros, nos ha dirigido la palabra; ha participado en nuestra Semana Santa, en la iglesia de nuestra “santita”. Y Eva ha recordado que “matar por odio a la fe sigue tan vigente como en tiempos de Nerón, Domiciano, Trajano o Diocleciano”. Como si nada hubiere cambiado; como si el tiempo se hubiere detenido y el sacrificio de tantos mártires, como el de Cristo, que diere su vida por traer la paz al mundo, no fueren bastantes.

    El alcalde, emocionado como el que más, le ha dado las gracias a la pregonera porque “el Papa acaba de entrar, de tu mano, en la historia de la ciudad de Mérida, algo impagable, sabiendo que en la historia ningún Sumo Pontífice ha participado en ningún acto de la Semana Santa fuera de la ciudad de Roma”.

    Hasta Mérida vinieron cónsules de Roma, como Agripa; algún presidente italiano, como Francesco Cossiga; embajadores, ministros…, pero, hasta ahora, ningún papa. Ya sí: ha estado el papa Francisco en la basílica de santa Eulalia, en el pórtico de la Semana Santa, con quien quiso ser embajadora de Mérida en la Ciudad Eterna. 


viernes, 15 de marzo de 2024

LA ELA, EN EL CONGRESO


Unzúe, en el Congreso. Foto Congreso de los Diputados


El exfutbolista Juan Carlos Unzúe, enfermo de ELA (esclerosis lateral amiotrófica) no se lo creía. La ELA es una enfermedad de las neuronas en el cerebro, el tronco cerebral y la médula espinal, que controlan el movimiento de los músculos voluntarios. Quienes la padecen, y sus familias, saben muy bien el destino que les espera a quienes la acogen. Cuando las neuronas se desgastan o mueren, ya no pueden enviar mensajes a los músculos. Con el tiempo, llega el debilitamiento muscular, la incapacidad para mover las extremidades superiores e inferiores, el cuerpo entero. Cuando los músculos de la zona torácica dejan de trabajar, la respiración se hace imposible. Afecta a cinco de cien mil personas en todo el mundo.

No hay cura para la ELA. Dos medicamentos ayudan a frenar el proceso y a vivir un poco más. Los enfermos pierden la capacidad de desenvolverse o cuidarse. La muerte llega a menudo al cabo de tres o cinco años tras el diagnóstico.

El 20 de febrero pasado, la Sala Constitucional del Congreso, una de las más grandes de la Cámara, acogió a centenar y medio de pacientes y familiares. Venían a pedir a los legisladores que se garantice la vida a las personas que la padecen. La asociación que los reúne venía a pedir la puesta en marcha de la ley prometida desde 2022. Desde que se discutió el último texto de la ley, 1.200 personas han perdido la vida.

Unzúe, su portavoz, no se vino abajo a pesar de que solo estaban presentes cinco diputados en la comisión. “Antes de morir, queremos vivir dignamente.” La ley, y las ayudas que conllevaría, ayudarían a vivir mejor. La pasada legislatura se inició su tramitación, pero el pasado año quedó aparcada en un cajón ante el parón electoral; pero la vida sigue y la enfermedad golpea sin piedad a enfermos y familiares. Las familias de los enfermos necesitan ayudas específicas, cuidadores especializados para ayudar en la atención que se presta en los domicilios. La asociación presentó el 30 de octubre un texto para elaborar una nueva ley.

No hay plazas residenciales para estos enfermos, expulsados del sistema sanitario. Los familiares son los cuidadores eternos durante todas las horas del día. En las fases finales de la enfermedad, los cuidados pueden suponer 60.000 euros anuales. Es el peor calvario para los enfermos y la familia. Vivir muriéndose en vida, sin poder hacer nada para hallar la salida al sinvivir de la ELA.

Hace dos años, el Congreso había aprobado una Ley ELA por unanimidad. Fue bloqueada cincuenta veces y permanece en un cajón olvidada. Ahora, todos están de acuerdo en tramitarla, en pedir perdón a los pacientes y a seguir desplegando medidas y políticas públicas que atenúen el dolor de los pacientes y la paciencia de las familias, pacientes por igual. “Antes que morir, queremos vivir dignamente”, solicitaba el portavoz Unzúe, aún con fuerzas bastantes, para gritar ante todos los que deseen escucharle. Les costó mucho llegar hasta allí, pero lo lograron. Ojalá que sus palabras no caigan en saco roto y tengamos que seguir oyendo lo que nadie desearía para sí o sus familiares: “Tenía ELA…, ha muerto de ELA…”


sábado, 9 de marzo de 2024

EL ACADÉMICO FELICIANO CORREA RESCATA 40 NÚMEROS DEL SEMANARIO REPUBLICANO “EL CLAMOR JEREZANO”



El académico de número de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes y cronista oficial de Jerez de los Caballeros, Feliciano Correa Gamero, ha rescatado en la última publicación que hace el número 16 de sus “Libretillas jerezanas” cuarenta números de “El clamor jerezano”, semanario republicano, antimonárquico, revolucionario, anticlerical, autonomista y jerezano, como reza en su número 1 en la sección “Lo que somos”. [1]

    Los cuarenta números rescatados, incluidos en la obra, van desde el 28 de marzo de 1914 al 28 de diciembre de diciembre del mismo año. Aunque todas las consultas efectuadas para conocer si el semanario continuó publicándose durante los años 1915, 1916 y 1917, han resultado infructuosas, al final los conocidos y existentes son los que aborda en esta obra, todos de 1914, que guardaba en sus archivos.

    En su Introducción, el autor reconoce la “casi osadía o temeridad de fletar un medio de comunicación dirigido a una posible clientela que era, en ese pueblo y en su comarca, mayoritariamente analfabeta”; pero incide que el esfuerzo editorial debía ilustrar a las minorías sociales más inquietas y otros ciudadanos con cierta cultura, al objeto de hacerles ver las afrentas, tanto políticas como económicas, que padecían la ciudad y otros pueblos cercanos.

    El cronista de hoy narra el ayer de su pueblo a través de la lectura de esos periódicos testimonios de un pasado que reflejan el entorno de una sociedad y sus problemas, no ajenos a los nacionales de su tiempo, como el caciquismo, el terrorismo, la tensión regionalista catalana; pero se centra, sobre todo, en el caciquismo agrario.

    El académico analiza en ocho capítulos el mundo obrero jerezano que, en el siglo XIX tuvo sobre su marginación sobrevenida, todo el ambiente de los problemas nacionales que agravaron el estado social del mundo agrario.

    En un segundo capítulo se refiere a los personajes destacados en la ciudad que en esos años representan “un pellizco para despertar al pueblo”, como Manuel Barbosa García, alcalde y presidente de la Diputación de Badajoz, uno de los jerezanos más influyentes de aquellos años, presidente del Partido Republicano Radical; Antonio Bruguera, autor del libro “Contribución a nuestra verdadera historia”; José Méndez Caballo, director del semanario; y Baldomero Pérez Tanco, presidente de la Agrupación Socialista, vinculado a la industria corcho-taponera.

    En un tercer capítulo aborda la figura del poeta José Ramírez López Uría, “un ser con el corazón dividido”, con un padre lector de El Heraldo de Aragón y de periódicos republicanos, y su madre, conservadora de mente y devota religiosa, asidua de ABC, que publica trabajos en cada ejemplar.

    El capítulo cuarto alude a la cuestión social y política que vivía Jerez en la época: de los pobres, la falta de empleo; la urgencia de emplearse prestando o vendiendo el propio cuerpo; el poder que el hombre ejercía sobre la mujer; la falta de alimentos…

    La hambruna jerezana centra el quinto capítulo, la necesidad de comer y no tener qué comer, algo endémico agravado por la guerra europea.

    Analiza en el siguiente capítulo los anuncios publicitarios, que da conocer los establecimientos abiertos al público a comienzos del siglo XX: fábrica de calzados, almacén de maderas, cervecerías, bodegas, zapaterías, fábrica de curtidos…

    Finalmente, el cronista aborda en el octavo y último capítulo la vida de un periódico de pueblo en medio de una sociedad asolada por las necesidades y la desigualdad en todos los órdenes.

    El doctor Correa Gamero apunta, por último, unas anotaciones finales a modo de conclusiones sobre el semanario estudiado: una publicación semanal y de confesionalidad republicana; de carácter antimonárquico, con una clara preocupación por los más desfavorecidos en la económico, en lo sanitario y en el trabajo; partidario de la paz, muy crítico con el gasto que se dedicaba a la Guerra de África y contrario a la Guerra del 14; preocupado por la cultura, que estimula con artículos cultos; clamor en su nombre más que justificado, porque el panorama en cuanto a recursos para vivir era tan escaso como insostenible; libertad para criticar y denunciar; crítico con la jerarquía eclesiástica y solidario con los parroquianos maltratados.

    En resumen, el periodo estudiado por el académico extremeño compendia una época de la vida jerezana de las primeras décadas del siglo XX que, con sus ilustraciones, dibujos y apéndices a la propia historia de la localidad, más la ilustración de la época estudiada a través de la reproducción facsimilar de los cuarenta ejemplares, constituye una importante aportación del historiador y cronista local sobre el pasado de su pueblo.

    El índice onomástico y toponímico acumulado de las páginas escritas bajo el epígrafe de Anotaciones y la solapa de la obra escrita por el también académico extremeño José Miguel Lodo de Mayoralgo y Lodo, conde de los Acevedos, cierran estas páginas memoria viva de Jerez de los Caballeros.

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[1] Vid.: Correa Gamero, Feliciano: El clamor jerezano. Semanario Republicano. Rescate del periódico, estudios, comentarios y edición. Edita: Tecnigraf, Badajoz, 2023, 223 págs.

lunes, 4 de marzo de 2024

VIUDAS CAMARASA GLOSA LA OBRA Y VIDA DE ÁLVAREZ LENCERO EN SU CENTENARIO



Portada del libro sobre la obra de Lencero
    Bajo el título “A los 14 años, en una herrería”, el académico de número de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes y premio “Luis Chamizo” 2022 de la Asociación Cultural que lleva su nombre, en Guareña (Badajoz), acaba de publicar un estudio sobre la obra y vida del poeta y escultor Luis Álvarez Lencero, titulado “A los 14 años, en una herrería”. [1]

    El título nace de las respuestas que el poeta y escultor concedió al diario madrileño “Pueblo” el 23 de febrero de 1971, con las que el autor prefacia su obra:

Pregunta:--“Luis, ¿cuándo a empezaste a trabajar el hierro?”
Respuesta: “A los 14 años, en una herrería.”
P.: --“¿Cuándo fuiste poeta?”
R.: --“A los 14 años, en una herrería.”
P.:--“¿Cuándo pintor?”
R.:--A los 14 años, en una herrería.”

    De este modo tan personal, señala Viudas en su primer capítulo (“1937. Lencero. 14 años. Badajoz. Aprendiz de forja, poeta y escultor”) contestó a la citada entrevista que, con motivo de su éxito como escultor en la galería Círculo 2, donde expuso entre enero y febrero de 1971 una muestra de 32 esculturas, le realizara Martín Prieto.

    En su segundo capítulo –“1971. Lencero. 47 años y 6 meses. Madrid. Escultor del hierro”--, el autor señala la respuesta que dio a la entrevista citada sobre cuándo se hizo escultor del hierro: “Aquí, en Madrid, a los cuarenta y tantos años. A punto de doblar el terrible cabo del medio siglo. Aquí con esta exposición mía, con el ánimo y aliento de cuantos vienen a visitarla, con diez obras vendidas, siento la necesidad de volver, muy de prisa, a mi tierra y continuar trabajando.” En efecto, señala el autor, tras publicar su libro Hombre (1961) y del éxito de El surco de la sangre (1953) y Sobre la piel de una lágrima (1963), muy conocedor de la pintura y la escultura abstracta en un Badajoz culto de la República, guerra civil y primera posguerra, instala en los bajos de su recién estrenado chalé (Virgen del Perpetuo Socorro, 14) de Badajoz, donde reside, un improvisado taller de forja.

    “1953. Lencero. Dibujo. Dedicatoria a Rafael Jaume”, es el tercer capítulo de la obra, en la que el académico se refiere al dibujo de la dedicatoria manuscrita En la tierra del cáncer, que remiten Manuel Pacheco y Luis Álvarez Lencero a Rafael Jaume, director de la revista DABO, de Palma de Mallorca (Biblioteca Archivo de la Diputación de Cáceres). Los dos poetas amigos se lo envían a Jaume que intercambia su revista de Mallorca con la pacense Gévora.

    En el capítulo cuarto –“1954. Lencero ilustra Embriaguez de mi pulso de Jean Aristeguieta”— alude a la ilustración de la citada obra, número 6, de la colección de Doña Endrina, dirigida por el poeta y pintor surrealista Antonio Fernández Molina, creador de la revista del mismo nombre, y reproduce la portada del libro y varios dibujos del autor.

    “1971. Lencero. Monumento a la amistad” es el título del capítulo quinto que el académico Viudas dedica al poeta, del que dice que su vida está muy unida a la amistad en 1971. Cree y siente la necesidad de los amigos, aunque reconoce que no ha tenido una vida fácil. “He tenido mucha hambre en mi vida y no me avergüenzo, de pan y de hambre de la otra, la que hiere y te rebela”, confesaba en la citada entrevista de Martín Prieto. En la mencionada exposición estuvo arropado por excelentes amigos, como Hugo Emilio Pedemonte, que vino de Uruguay para conocer personalmente a los tertulianos que en 1952 guiaron la revista Gévora, y otros muchos. Por este calor humano que necesita, declara que lo que le gustaría hacer es un monumento a la amistad. Lencero se manifiesta autodidacto (sic), admira a muchos escritores y escultores sin imitar a nadie y se clasifica en una escultura expresionista y abstracta.

    Por último, el profesor Viudas aborda en su último capítulo, “2023. Lencero. La forja de la palabra”, la exposición así titulada, clausurada hace unos días, con selectas imágenes de la vida y obra del autor superrealista-existencial, del hombre pintor y escultor que, en plena guerra civil, se ganó el pan en el taller de forja de Badajoz.

    Finalmente, Viudas dialoga con el autor sobre sus nueve libros publicados en vida: El surco de la sangre, Sobre la piel de una lágrima (dos ediciones), Hombre, Tierra dormida, Juan Pueblo (dos ediciones), Canciones en carne viva, la carpeta Homenaje a Extremadura, Poemas para hablar con Dios y Humano. Y deja para otra ocasión su Antología poética (1980) por él seleccionada, los poemas dispersos y el inventario de su obra inédita dispersa.

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 [1] Vid.: Viudas Camarasa, Antonio: A los 14 años, en una herrería, separata incluida en la revista cultural El Carro, número 8, de febrero de 2024, Industria Gráfica Igraex, 34 págs.


viernes, 1 de marzo de 2024

SANTIAGO ANTÓN, EL GUARDIÁN DEL SALÓN DE OTOÑO, HIJO ADOPTIVO DE PLASENCIA



Santiago Antón Gallego (Madrid, 1951) fue elegido hijo adoptivo de Plasencia en la sesión celebrada por el Pleno del Ayuntamiento el 2 de abril de 2019, bajo la presidencia del alcalde, Fernando Pizarro García, “por su intensa vinculación con la ciudad en su desarrollo cultural, económico y social, derivada de sus actuaciones profesionales y personales, donde destaca de manera especial el impulso internacional que durante su gestión obtuvo el Salón de Otoño de Pintura de Plasencia, dentro de la obra social y cultural, primero de Caja Plasencia y después de Caja Extremadura, y el interés por conseguir que los fondos pictóricos de este certamen tuvieran su sede en la ciudad, en un lugar adecuado, lo que aseguró la unificación de esas cientos de obras de arte contemporáneo”.

Además, el acta de la sesión destacaba también su conocimiento del mundo del arte como comisario de diferentes exposiciones y jurado de importantes certámenes culturales, “promocionando y vinculando el nombre de Plasencia a la cultura y arte más vanguardistas”.

“Santiago Antón --seguía el acta-- ha sido una persona muy preocupada por, salvaguardar la herencia cultural de la ciudad en todos los sentidos y, una vez jubilado, no ha cesado en su empeño reivindicativo por conseguir los fondos del Salón de Otoño para Plasencia, impulsando una exposición de autores premiados en el certamen que daría lugar a una asociación, cuyo fin principal es la unificación de este patrimonio artístico en un museo de arte contemporáneo en Plasencia. Además, esta asociación, denominada `Trazos del Salón´ se ha convertido en sede de encuentros e información sobre las nuevas tendencias artísticas.”

Santiago Antón, residente en Plasencia desde 1975, estudió Bachillerato Laboral Superior en el Instituto “Pedro de Valdivia” de Villanueva de la Serena (1962-1969). Comenzó los estudios de aparejador en la Escuela Superior de Aparejadores de Sevilla (1969).

Ingresó mediante oposición en la Caja de Ahorros de Plasencia en 1977 como auxiliar administrativo. Trabajó en la oficina de Logrosán, en Secretaría General y en la Obra Social de Caja Plasencia y de Caja Extremadura desde 1977 a 2011. Desde 1991 a 2010 fue jefe de la Obra Cultural de la Caja de Extremadura.

Asimismo, fue coordinador-comisario del Premio Salón de Otoño de Pintura de Plasencia/Obra Abierta, de 1979 a 2010. Responsable de la colección de pintura del Salón de Otoño/Obra Abierta desde 1979 a 2010 y coordinador-comisario del Premio Internacional de Escultura de Caja Extremadura (2006/2010).

Es, además, autor de Salón de Otoño de Plasencia/Premio Internacional de Pintura Caja Extremadura, publicado por la Universidad Popular de Plasencia. Preside la Asociación Cultural Trazos del Salón, asociación que reivindica la exposición permanente del Salón de Otoño/Obra Abierta en Plasencia y la creación de un Centro de Arte Contemporáneo en la ciudad. Coordina el boletín TrazosDigital, de la Asociación Cultural Trazos del Salón (2020-2024) y es coordinador de las publicaciones Salón de Otoño, Una obra abierta, de VV. AA; Arca de tres llaves (legajos y manuscritos de Plasencia), de Esther Sánchez Calle; y Cosas de casa (Ecos de la Muy de Gil Vetón), de Antonio Sánchez-Ocaña.

En su discurso de recepción del título de hijo adoptivo, junto al nuevo hijo predilecto Francisco de Jesús Valverde Luengo (el 27 de abril de 2019), recordó la llegada a Plasencia con su familia, a mediados de los sesenta, con su padre y hermano. “Cando entramos por una de sus siete puertas abiertas al forastero, no conocía casi nada de Plasencia. No recordaba que era sede episcopal, nunca había sentido la fuerte impresión de su monumental catedral (mejor, de sus dos catedrales); tampoco alcanzaba a comprender el significado de su gran empresa local: la Caja de Ahorros de Plasencia y, por supuesto, desconocía su incidencia posterior en mi vida…”

“Así, en los afanes y los días, continuó diciendo, me sorprendió trabar amistad con el nieto del forjador de la cartilla Rayas, en la que aprendí a leer. Y la Plaza, el Aula, el Martes, el Puerto, el Valle…; por la mañana, a mediodía o por la noche, como testigos del paso del tiempo, del rumor de los negocios y de las conspiraciones, se convirtieron en lugares apacibles y comunes donde vive el ser de carne y hueso. Territorios en los que hablando de todo y de nada, aprendí a querer y, a veces, a cuestionar, supongo que pasa con casi todos los amores, este lugar fundado para agradar a Dios y a los hombres.”

“Fruto de esos testimonios, y siguiendo la estela del tiempo, quiero decir que me he nutrido de una ciudad culta con más de ochocientos años de historia, a la que su fundador dio un Fuero en el que se protege la convivencia entre cristianos, judíos y musulmanes, Una ciudad que ya aparece en las Cantigas del Rey Sabio y en la que se celebraban bodas reales, que hoy inundarían las redes sociales.”

“De una ciudad que esculpe en lápida de piedra, sobre una de sus siete puertas, su amor por la libertad. De la que contrata al mayor escultor de su tiempo para culminar su joya monumental y religiosa. De la sede de obispos bibliófilos que en su tiempo crean los primeros estudios universitarios de Extremadura o fletan naves, en la época de los descubrimientos, para viajar de continente a continente. Y del pueblo que crea leyendas sobre inverosímiles hombres voladores.”

“De la filantropía placentina que funda hospitales o costea colegios para niños huérfanos. De los prohombres que fundan una empresa con un alto valor social, para combatir la usura, fomentar el ahorro y ayudar al desarrollo local y comarcal. De un pueblo que vibra con los toros y con sucesos como El muerto resucitado…; de los placentinos que viven para impulsar estudios precursores de la divulgación cultural y buscadores de raíces que se guardan en depósitos de la memoria colectiva, como el Museo Etnográfico-Textil. De la ciudad en la que nace el mayor conocedor del folclore español, expresión del alma popular. De aquella ciudad en la que florece, a finales del siglo XIX, una prensa plural de todos los colores, impresa en alguna de sus numerosas imprentas locales…” Y concluyó agradeciendo a la Corporación y al alcalde la distinción, que “es un honor recibirla”.

jueves, 22 de febrero de 2024

BEATO CRISTÓBAL DE SANTA CATALINA, FUNDADOR DE LAS FRANCISCANAS HOSPITALARIAS



Cristóbal Hernández Valladolid, más conocido como beato Cristóbal de Santa Catalina (Mérida, 25/07/1638; Córdoba, 24/07/1690), fue un sacerdote eremita que practicó en su vida la oración y el silencio y fundó la Congregación de Franciscanas Hospitalarias de Jesús Nazareno. Nacido en el seno de una familia emeritense, cristiana y labradora, en la calle Baños, fue bautizado en la parroquia de Santa Eulalia, y falleció víctima del cólera, que diezmaba la ciudad de Córdoba.

Siendo niño, sirvió como monaguillo y sacristán en la parroquia de su ciudad y realizó voluntariado en el único hospital de Mérida. Educado en los valores cristianos, vivió su infancia y juventud poniendo su fuerza al servicio de su pueblo, que en aquel tiempo sufría las consecuencias de la guerra hispano-portuguesa de 1640-1668, que ocasionaría la independencia de Portugal.

El director del hospital San Juan de Dios, que lo trata diariamente mientras cuida a los enfermos del hospital, le insinúa la llamada al sacerdocio. El joven lo reflexiona y decide comenzar su formación eclesiástica. Una vez concluida, es ordenado sacerdote en Badajoz el 10 de marzo de 1663, a los 23 años.

Comienza su vida sacerdotal en Mérida y se inscribe como miembro del cabildo de clérigos, del que es secretario, y conjuga su ministerio con la atención a los enfermos del hospital. La muerte de un amigo en extrañas circunstancias le lleva a elegir la vida eremítica en la sierra de Córdoba. En 1667 llega al eremitorio de El Bañuelo, donde permanece seis años. Comienza a vivir en oración, silencio y penitencia y funda la Congregación de Ermitaños de San Francisco y San Diego.

En 1670 ingresa en la Orden Tercera de San Francisco de Asís y toma el sobrenombre de Cristóbal de Santa Catalina, que es posible que lo adoptara por la ermita que tenía esta santa en el mismo centro de Mérida, a pocos pasos del Templo de Diana. En 1673, viendo tanto sufrimiento, toma una decisión para su vida: “Serviré a Dios sustentando pobres”, que lleva a cabo en una ermita de la Cofradía de Jesús Nazareno, comenzando así la Hospitalidad Franciscana de Jesús Nazareno.

En 1690, el cólera infecta la ciudad. El padre Cristóbal cuida a los enfermos afectados por la epidemia fuera y dentro del hospital Jesús Nazareno y se contagia. Pide recibir la comunión y el sacramento de la unción de enfermos. Sus hermanos le acompañan, oran y sufren con él.

Además de su gran fe, el P. Cristóbal consiguió pagar a los trabajadores de una obra, a pesar de no tener dinero gracias a la Providencia, o que el pan no faltara en la despensa. Otro hecho verificado por todos fue la petición que le hicieron las hermanas para que “suplicara a la caldera donde hacían la comida para los enfermos que la cociese”, ya que tenía un agujero por el que se salía el agua y apagaba el fuego. El futuro beato le pidió que, en virtud de la santa obediencia, no se colara más el agua y dejara cocer la comida para los enfermos. Inmediatamente la caldera comenzó a hervir y el milagro llegó a los oídos del obispo de Córdoba, quien lo verificó personalmente.

El papa Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto por el cual se reconocía un milagro del venerable Cristóbal, que permitió su beatificación. El hecho se remonta a 2002, cuando una joven cordobesa, Alicia Sánchez, embarazada de diecisiete semanas, descubrió en una revisión médica que había sufrido una rotura prematura de membranas, con pérdida de líquido amniótico. Dada la gravedad del caso y la probabilidad de perder al bebé, fue ingresada en el Hospital Reina Sofía el Martes Santo.

Las religiosas del Hospital Jesús Nazareno de Córdoba que conocían a la muchacha porque trabajaba como fisioterapeuta en la residencia hospitalaria Jesús Nazareno, se enteraron del caso y comenzaron a rezarle a su fundador, el P. Cristóbal de Santa Catalina, a quien se encomendó la gestante. Cinco días después y tras las pruebas diagnósticas pertinentes, los médicos comprobaron que los problemas de la joven habían desaparecido, la bolsa se había restaurado y el líquido amniótico regenerado. Fue dada de alta el Sábado Santo y el embarazo continuó su curso hasta que el niño nació sano y salvo varios meses después.

Fue beatificado el 7 de abril de 2013 en la catedral de Córdoba en una ceremonia presidida por el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, cardenal Angelo Amato, legado pontificio del papa Francisco, en presencia de 5.000 personas, muchas de ellas procedentes de Mérida, entre ellas su entonces alcalde, Pedro Acedo. El proceso de beatificación se había iniciado en 1692, dos años después de su fallecimiento.

El beato Cristóbal de Santa Catalina profesó en 1671 como Terciario en el convento de Madre de Dios, en las afueras de Córdoba, ciudad que le acogió como hijo, se portó como un padre y en la que murió como un santo. Tras Mérida, Córdoba fue su auténtica patria. En 1673 funda el Hospital de Nuestro Padre Jesús Nazareno para atender a los más necesitados. Su preocupación por las ancianas pobres, necesitadas y desvalidas, le lleva a crear la Fundación de las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno, aprobado por Benedicto XIV en 1746. Escribió el libro “Las Reglas y las Constituciones” (Córdoba, 1747), que han de guardar las hermanas.

En Mérida, su ciudad natal, su congregación abrió en 1724 el Convento y Hospital de Jesús Nazareno, que hoy alberga el Parador de Turismo. La Barriada de Santa Catalina recibe su nombre en su memoria. El mayor referente de su trabajo es el Centro de transeúntes, que acoge a vagabundos y desvalidos.

El director y dramaturgo Isidro Leyva estrenó el 27 de julio en el estadio romano, con motivo de su beatificación, la obra “A los pies del silencio”, sobre la vida del sacerdote emeritense.

La Hospitalidad fundada por el P. Cristóbal continúa hasta hoy a través de la Congregación de Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno Franciscanas. En 1999, la Congregación contaba con 200 miembros, distribuidos en 28 comunidades (20 en España, 7 en América y 1 en Italia). Por diversas circunstancias, los Hermanos desaparecieron como congregación.

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Bibliografía consultada: Portales católicos catholic.net e iglesiaactualidad; Diario Hoy; L´Osservatore Romano, edición semanal en español del 05/04/2013; Familia Franciscana en España: Convocados por Francisco, 1999; Instituto de Religiosas de España: Abriendo caminos, 1989; ABC de Córdoba, de 05/04/2013.



miércoles, 21 de febrero de 2024

JOSÉ MORENO NIETO, JURISCONSULTO, POLÍTICO Y ARABISTA EXTREMEÑO

    

Retrato de José Moreno Nieto.
Casado del Alisal, 1882
(Ateneo de Madrid)

    La obra “José Moreno Nieto, jurisconsulto, político y arabista”, de José Antonio Rubio Ramos, José Luis Pérez Mena y Óscar de San Macario Sánchez [1] acaba de ser presentada en Cáceres por sus autores, sumándose a las cinco obras anteriores de personajes liberales en la historia de España editadas en los últimos años.

    José Moreno Nieto y Villarejo (Siruela, Badajoz, 02/02/1825; Madrid, 24/02/1882) perdió a sus padres cuando tenía 5 años, haciéndose cargo de su tutela dos tías y más tarde un tío sacerdote, que ejercía su ministerio en Peñalsordo, quien se hizo cargo de su educación. A los 7 años inició sus estudios de Latinidad y Humanidades en el Monasterio de Guadalupe. A los 10 años se trasladó a Toledo, donde cursó tres años de Filosofía (1836-1839) y cuatro años de Leyes (1838-1843). En la Escuela de Traductores se inició en el estudio de las lenguas semíticas, especialmente del árabe.

    En 1843 se trasladó a Madrid para continuar sus estudios. Cursó los últimos años de Jurisprudencia (1843-1846), licenciándose en Derecho en la Universidad Central de Madrid a los 21 años y en Filosofía y Letras. Recibe el título de regente de segunda clase de Lengua Arábiga por la Universidad Literaria de Madrid, que le habilita para participar en la oposición a la cátedra creada en la Universidad de Granada, que aprueba en 1847, y en la que permanece durante doce años, hasta 1858. Allí conoce el latín, árabe, francés, italiano y portugués, dada su facilidad para los idiomas.  De 1847 a 1848 vive a caballo entre Madrid y Granada, durante el período conocido como la Década Moderada.

    En Granada, Moreno Nieto fue una de las figuras más relevantes de la cultura, en cuya vida artística y cultural participa activamente. Es asiduo del Liceo, de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de la Academia de Bellas Artes y del Museo Provincial. Fue diputado por Granada en la legislatura 1854-1856 por el Partido Progresista.

    Durante sus estancias en Madrid destacó en la Sociedad Geográfica y descubrió una vía romana que no estaba citada en el Itinerario de Antonino ni en ninguna de las descripciones de la España romana. Desde 1854 retomó la amistad con Pedro Antonio de Alarcón. Regresó a su cátedra de Granada, donde le sorprendió la revolución que trajo consigo el Bienio Progresista. Abandonó la ciudad por la política. Afiliado al Partido Progresista, figuró como capitán de una compañía de la Milicia Nacional. En 1854 fue elegido representante en Cortes por la circunscripción de Granada.

    En 1856 se licenció en Filosofía y Letras y alcanzó el grado de doctor en Administración. En 1857 se establece definitivamente en Madrid, compartiendo ideales políticos con Salustiano Olózaga y Pascual Madoz, entre otros, con quienes redacta el Manifiesto del Partido Progresista. El Gobierno le encarga el estudio de los códices arábigos de El Escorial y de la Biblioteca Nacional.

    A los 33 años se casa con su prima Josefa Ángela Moreno Nieto, el 25 de agosto de 1858, en la iglesia de Siruela, su pueblo natal, con la que tuvo tres hijos.

    En 1859 obtiene la cátedra de Historia de los Tratados de la Universidad de Madrid y el título de doctor en Administración. Desempeña la cátedra de Historia y Examen Crítico de los Principales Tratados de España con las potencias extranjeras, que un año después logra por oposición. El mismo año ingresa en la Unión Liberal de O`Donnell y el Gobierna le encarga que explique Hacienda Pública en la capital.

    Pasados los años, el Ateneo se convierte en su morada y en el escenario de sus discursos e ingresa como socio en 1861. En 1863 es elegido académico de la Real Academia de la Historia, de la de Ciencias Morales y Políticas y de la de Jurisdicción y Legislación y catedrático de la Universidad Central. En 1873 publica el Catálogo de las obras existentes en la Biblioteca del Ateneo Artístico, Científico y Literario. En 1862 logra la cátedra de Derecho Administrativo de la Universidad Central. En 1872 publica por encargo del Gobierno La Gramática de la Lengua Arábica.

    Fue elegido diputado por los distritos de Badajoz y Castuera (1865 y 1866) y forma parte activa de las Cortes Constituyentes de 1869. Ese mismo año es elegido diputado por Castuera en la circunscripción de Badajoz, que repite en las legislaturas 1871-1872, 1876 y 1879.

    Nombrado rector de la Universidad Central y reelegido durante la I República, también fue nombrado director general de Instrucción Pública en 1874.

    Falleció en Madrid el 24 de febrero de 1882, a los 57 años, a causa de una peritonitis. Su entierro fue un acontecimiento para Madrid, con la asistencia de unas 10.000 personas. Badajoz le dedicó un monumento en bronce en 1896 y en su pueblo natal fue nombrado “Hijo ilustre”.

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 [1] Vid.: Ramos Rubio, José Antonio; Pérez Mena, José Luis y De San Macario Sánchez, Óscar: José Moreno Nieto, jurisconsulto, político y arabista. Reflexiones liberales VI, TAU Editores, Cáceres, 2024, 201 págs.